“QUEMADO”
por Gerardo Bloomerfield (c)
El tiempo esta dejando en mi carne mas cicatrices que los cigarrillos… eso nadie lo percibe. Me señalan la mayor parte de él… me envenenan con sus dedos acusadores… las yemas de la ignorancia, las uñas de la incomprensión, rematando las manos que sueltan al vacío de las calles, de las casas: las calles que habito sin rumbo, las casas que recorro sin aire…
Hoy la sucia pieza casi sin angúlos debido al exceso de telarañas, mañana los adoquines fríos, brillando levemente ante sus miradas… ante la brasa de mi cigarro, la cual inevitablemente termina siendo apagada en mis brazos, o en mis manos…
Me llaman el “cenicero humano”, por algún tiempo me gane la vida haciendo el espectáculo en un programa de Televisión, me dieron un micrófono en forma de enorme cigarrillo con el cual debía acosar a cada persona que viera fumando…
“-Usted cree que fumar es perjudicial para la salud?
-¿Yo?-rie- ¡Claro que no, es el estado que miente a la población para
presionar a las tabacaleras y obtener mayores impuestos!
-¿Así que no cree que ese inofensivo cilindro sea perjudicial?
¡Permítamelo!… -le arrancaba el cigarrillo de los dedos y lo
apagaba en frente… La brasa se hundía en la carne hasta que el siseo
del contacto con la sangre la ahogaba… “
Las tabacaleras financiaban las declaraciones de los
entrevistados… querían abaratar impuestos, eso estaba claro. El
programa fue un desastre… y yo me ví sin empleo.
Mis incontables yagas en la piel, supurantes las mas recientes, resecas las mas antiguas, eran un testimonio perpetuo del daño que el cigarrillo hace a la salud…
Me transforme en un peligro para los intereses de las Tabacaleras, y comenzaron a acosarme primero, luego a amenazarme… Se decía que desde que “el hombre cenicero” se había hecho cnocido las ventas de Nicotina y Cigarrillos habían descendido hasta un treinta por ciento.
Sus intereses me importaban bien poco: por lo cual jamás claudiqué, jamás cruzó por mi mente romper con el hábito de apagar cada cigarrillo consumido por mi boca, en mi propia carne.
Pronto me dí cuenta que ya pocos sitios en el cuerpo quedaban intactos, sanos: me estaba transformando en una sola y enorme quemadura sin fin… comenzé a desnudarme paulatinamente, a quitarme trozos de la ropa para poder visualizar espacios sanos donde ejecutar esos malditos cilindros de tabaco rodeado de papel, hundiéndolos, aplastándolos, achatándolos hasta transformarlos en simples rastros de humo en el viento, en simples rastros de demencia en mi silueta…
Fui descubriendo mi cuerpo entero al mundo, y al calor abrasador de mi propio delirio: hasta que llegué a las últimas consecuencias de mis actos: todo acto tiene sus últimas consecuencias, hasta la vida misma como un solo gran acto y su gran consecuencia: la muerte.
Mis genitales… única zona casi intacta. Hacía allí se dirigieron mis dedos, aferrando temblorosos los cigarrillos ya fumados, sus rojizos y humeantes extremos… hacia mis testículos primero, quemando la piel de mi escroto. Luego hacia mi prepucio, y por último hacia mi glande…
Eran de mi ser lo último oculto, pues hasta me las había ingeniado para utilizar mi espalda, quebrandome las articulaciones de mi codo derecho, de manera de que mi brazo pudiera colgar hacia atrás con el cigarrillo en la mano lo suficiente como para aplastarlo apoyándome contra una pared cualquiera (siempre claro está, debía cuidar que no estuviera húmeda…).
Desnudo, desfigurado, contemplaba precisamente mis genitales, a la paz de las sombras, sentado en el cordón de una vereda en una calle de la cual ni siquiera me había interesado en averiguar el nombre.
Y del humo de mi último cigarrillo, del humo de mi dolor apareció, casi sin que notara su presencia al principio.
Aún en la penumbra dejaba relucir su hermosura: su piel completamente amarilla… seguramente no mediría mas de metro y medio, sus cabellos rojizos… su mirada penetrante, como una brasa de cigarrillo.
-¿Tienes un cigarrillo? - me preguntó.
Busqué intintivamente en la zona del pecho con mi brazo izquierdo
olvidando que ya no había bolsillos en esa zona, que ya no llevaba
camisa, ni prenda de vestir alguna encima.
-No… no lo tengo… De hecho acabo de apagar el último: no tengo
dinero para comprar mas, y nadie le regalaría un cigarrillo
al “hombre cenicero”… me odian, casi tanto como a ellos mismos… He
llegado al final de mi camino: mi única meta en la vida ha sido
cubrir mi cuerpo entero de rastros de cigarrillos apagados… y estos
ha concluido… por suerte justo al unísono con los medios que me
permitían obtener los cigarrillos…
El ser amarillo no podía ocultar su gesto de preocupación… era
indiscutible que el hecho le preocupaba mas que a mi mismo…
-Veras… tu dolor perpetuo, tu actitud… No solo ha sido grato a
nosotros, sino hasta útil…
Yo permanecí indiferente… Hay cosas que son tan, pero tan
increibles, que exceden el límite de la sorpresa. Uno da por
descontada la demencia… y las ignora. Como los seres hermosos, de
piel amarilla y cabello rojizo de poco mas de un metro de estatura…
-Ajá… -dije yo jugueteando con mis testiculos, con las piernas
cruzadas en el frío del pavimento.
-Ajá… -continuó el ser… - Y por eso vine a darte dos obsequios:
una nueva piel y una nueva sed…
Alzé mi vista para mirar aquellos ojos, ahora malévolso,
diabólicos… Y bajo ellos percibí la sonrisa.Mas allá de la figura,
una vitrina, de un local abandonado me reveló mi nueva
realidad… ¡Volvía a tener forma!
Miré mis brazos atónito, mis piernas, los mismisismos testiculos con
los cuales me hallaba jugando…
¡Toda mi piel se había vuelto a poner rosada, tersa, sauve como la
de una modelo de alguna propaganda de jabón de baño!…
Grite a la luz de los faroles, tenúe por la suciedad de los vidrios
que los recubrían… me incorporé, quedando muy por encima en cuanto
a estatura del extraño ser…
-¡Toda una vida de dolor, y sacrificio, para pagar por mis
debilidades… toda una vida de escapatorias para llevar a una
conclusión mi obra… y ahora… y ahora… tu… !
Crispé mis manos, me sentía impotente… el ser solo sonreía, bajo
aquellos ojos maléficos.
Sin reflexionarlo tomé con fuerza uno de sus brazos, y comenzé a
retorcerlo, a tironearlo… insolitamente la sonrisa no se
desdibujaba de su rostro…
-Eso es ..-dijo cuando su pequeño y diminuto brazo cedio, y quedo en
mis sanos de piel brazos, totalmente arrancado…
Una extraña sangre, amarilla tambien comenzó a brotar de su hombro,
de la ausencia de su extremidad, y yo quedé mirando sus pequeños
dedos, en la punta del brazo que había seccionado con la fuerza de
mi furia… también de este trozo suelto de aquel pequeño cuerpo
brotaba una extraña sangre, mas extraña aún pues comenzó a humear, a
hervir, como si algo la estuviera calentando hasta tornarse en una
suerte de antorcha… ¡Me vi portador de una antorcha de carne en las
manos en escasos segundos!
-Eso es … -sususurro el diminuto ser, desde el piso… pues había caido de espaldas mortalmente herido, aún sonriendo.-Nueva sed… nueva fuerza… Vuelve a comenzar… ¡Nos vemos!
Sin dudarlo aplasté aquella llama contra mi pecho, apaguñé aquel
fuego de carne y snagre contra mi nuevamente sano pecho, lo hundí
hasta que no mi carne comenzó a arderme, a escocerme, a apagarlo con
los fluidos, con la sangre… y solo cuando me cerciore de que ese
diminuto brazo no arrojaria mas que un leve humo lo arroje con furia
contra el cuerpo del maligno ser…
Pero el maligno ser ya no estaba allí…
Amarillo si… pero no su piel, su cabello…
Rojizo si..pero no su cabello, la sangre que la rodeaba…
Y no era EL, era ELLA… una niña de pelo largo, desmembrada y
agonizante… con un grupo de personas a lo lejos que corrían gritando
hacia mi.
Supe que nuevamente era la hora de huir.
Y cuando se huye, se vuelve a empezar… Nunca entendí porque ese ser siguió haciéndome compañía cada una de mis noches, ni porqué al arrancar alguna parte de su cuerpo, la misma se volvía combustible… solo sabía que, como algún día había hecho con los cigarrillos, debía apagarlas con mi piel…
Tampoco jamas entendí, porque ese, una vez desmembrado por mi nueva
y extraordinaria fuerza, cambiaba de forma: mutaba hasta revelarse
como una niña o un niño…
Solo sé que ahora debo huir permanentemente: ya no son las compañías
tabacaleras quienes me acosan, sino la Asociacion Para la Protección
de los Niños de la Calle.
Dicen que desde que me hice famoso, en mi nueva forma, el porcentaje de niños de la calle ha disminuido en un 30 por ciento…