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    Soy el cazador

    Soy el cazador

    La música todavía resuena en mis oídos aunque ya estamos fuera del local. Allí, bajo la luz de las farolas de la avenida, parece aún más pálida que en el interior.

    No para de sonreírme, debe creer que yo no sé nada acerca de ella, ni de los que son como ella. Pero no es así. Hemos estado besándonos largo rato, ella sobre mí, yo apoyado en uno de los innumerables coches que siembran la calle, su lengua en mi boca, y mis manos adentrándose en cada rincón de su cuerpo.

    Tiene las manos muy frías, y no para de pasearlas por mi espalda, acariciándome al mismo tiempo que clava en mí sus largas y afiladas uñas.

    Estoy lamiendo su boca deteniéndome en los colmillos, me resultan excitantes, siempre lo son, largos y afilados, como los de un animal salvaje que depende de ellos para subsistir.

    Adentro mis manos entre sus ropas, haciéndole creer que ya le pertenezco, que ya soy completamente suyo y estoy enredado en la fuerte red que ha tejido.

    Ha liberado mi lengua un momento y lamido mi mejilla hasta la oreja, para proponer, entre pequeños mordiscos, que fuéramos a un lugar mas tranquilo.

    Es mía, porque piensa que yo le pertenezco En cierto modo esto me resulta extraño. Aún hay una parte de mí que se resiste a creerlo. Pero no debería ser así, tengo la suficiente experiencia en el tema como para saberlo. No hay ninguna duda de que es uno de ellos.

    Ella es un vampiro.

    Siempre me asaltan las dudas en momentos así. ¿Y si en realidad no fueran verdaderos vampiros?. La culpa la tiene la doctora, esa tal Antonia Ayuso, siempre insistía en ello, me decía que los vampiros no existen. Y yo tenía que darle la razón, me tenían encerrado, retenido en contra de mi voluntad en aquella institución psiquiátrica.

    Mentía, ella era uno de ellos.

    Mírala, ahí sentada en mi sofá, sonriéndome mientras le preparo una copa, relamiéndose, de lo que cree que será su próxima víctima. Es tan… tan angelical, parece mentira que tras esa fachada, se esconda el ser repulsivo que representa.

    Se levanta y viene hacia mí, no para de sonreírme. Sus ojos; tiene unos ojos enormes, muy verdes, como el océano, son hipnóticos, por eso no la miro mientras la beso, no me gustaría ser atrapado por su falso encanto.

    Le he dado la copa, ella la ha dejado sobre la mesa, diciendo que no quiere tomar nada, salvo a mí. Yo sé que eso no es una mera forma de hablar. No para ella, pero hago que no he entendido el verdadero significado, y continuo besándola.

    Está desabrochándome la camisa, abriéndola para, tras liberar cada botón, lamer el trozo de piel que deja al descubierto.

    Mi camisa ha caído al suelo, y mientras se encarga de los pantalones sube y me lame el cuello. Ha rozado un momento, sólo un instante mi piel con sus afilados dientes, como marcando el territorio, preparándolo para una futura arremetida contra él. No puedo evitar excitarme al pensar en ello.

    Ya estoy totalmente desnudo, me he abrazado a ella y la estoy llevando a la habitación.

    Tumbándola sobre la cama comienzo a desvestirla. Ahora estoy lamiendo su cuello. Abro la boca y coloco mis dientes sobre su piel, pálida y fría. En este instante vendería mi alma por ser como ella, y poder desgarrar su carne y arrancarle la vida. La miro y nos sonreímos mientras lamo su cintura.

    Me he sentado a horcajadas sobre ella, no para de retorcer su cuerpo desnudo sobre la cama, me parece que se está preparando para el ataque, pero no le daré oportunidad para hacerlo.

    Le he tapado los ojos con la mano izquierda mientras la mordisqueo en los pechos. Ella me deja hacer, a si que con la otra mano abro el cajón de la mesilla y saco la estaca.

    Antes de clavársela junto al pecho izquierdo libero sus ojos, quiero contemplarla mientras lo hago. Tiene la misma mirada que puso la doctora Ayuso, la que fue mi psicóloga en el hospital; cuando acabé con su existencia eterna de vampiro.

    La he hundido en su pecho casi de un golpe, no ha entrado del todo a la primera, a si que he tenido que volcar el peso de mi cuerpo sobre el pedazo de madera para que llegara a su destino.

    No ha sido agradable, nunca lo es, la sangre sale a borbotones por la herida y por la boca, al tiempo que su cuerpo se agita sin control, pero ha valido la pena solo por ver su cara. Sus ojos se han abierto hasta el límite, como si no entendieran nada, y tras los estertores finales se han relajado y me han mirado con agradecimiento por haberla liberado de la esclavitud del vampirismo.

    Me miro en el espejo y me veo cubierto de sangre completamente. No importa, todo el trabajo que esto supone no es nada en comparación con sentir el agradecimiento de estos seres al verse libres.

    Aún se agita sobre la cama, pero esto no durará mucho. Ya he ido al armario y tengo el hacha en las manos. Lo alzo sobre ella y lo dejo caer haciendo que el filo pase entre el torso y la cabeza, que al caer al suelo me mira con sus ojos muertos, aún así, puedo ver las marcas del agradecimiento en ellos.

    Levanto la cabeza por los cabellos y la doy un último beso, su boca sabe a sangre, pero no es suya, sino de sus pasadas víctimas. La llevo conmigo a la cocina y abro la nevera, cojo una de las cabezas de ajo que hay junto a los huevos, y la hago entrar en su boca. No estoy seguro de que esto sea necesario, pero aunque no lo fuera, no puede hacer mal a nadie, ¿verdad?.

    A veces me pregunto qué pasaría si en realidad no fuesen verdaderos vampiros los seres a los que mato. Si todo lo que me decía la doctora hubiese sido cierto. Lo he pensado cientos de veces. Cuando recorto las noticias sobre sus desapariciones y leo lo que siente la familia por la pérdida de sus seres queridos, me da por pensar que quizás me haya equivocado, que realmente no sean vampiros, que los vampiros no existen, pero esto no son más que delirios, tonterías en las que pienso.

    Esta noche me desharé del cuerpo como lo he hecho de todos los anteriores, es una pena que todo lo que se dice de ellos no sea cierto, me facilitaría mucho el trabajo el que se convirtieran en polvo una vez muertos, pero ya que es así, afrontaremos el trabajo sucio, alguien tiene que hacerlo, y yo soy el más indicado. Yo soy el cazador.

    Publicación March 7, 2021
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