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    Anónimo

    Anónimo

    Autor: eL DaNTe

    Lo único que siempre buscamos fue reconocimiento. Que no nos olvidaran, que aún en nuestra ausencia recordaran nuestra existencia.

    Nunca buscamos dinero, ni placeres. Tampoco buscábamos fama, ya que la fama es demasiado efímera. Nosotros queríamos algo más que eso. Ansiábamos un mayor reconocimiento. Queríamos la inmortalidad que habían obtenido Alighieri, Platón, Aristóteles y tantos otros muertos que todavía, hoy en día, eran reconocidos por sus obras.

    Lo intentamos todo. Actuación, canto, literatura. Pero nada nos sirvió.

    No éramos tan buenos como para ganar la inmortalidad con nuestras obras.

    Editamos una revista de distribución gratuita con una temática social, antioficialista. Una parte la publicábamos por internet, para poder promocionarla y hacerla llegar a todas partes del mundo. De echo la escribíamos en varios idiomas, para que todos pudiesen leerla. La parte impresa la distribuíamos en quioscos de revistas, clubes sociales y algunos bares, de forma totalmente gratuita. Cualquiera podía tomar un ejemplar sin tener que gastar una moneda. La impresión la costeábamos con nuestros sueldos. La demanda era bastante alta, pero la gente la leía por el simple echo de que era gratuita, y ni siquiera reparaban en nuestros nombres, los que hacíamos aparecer repetidas veces en la publicación y de manera totalmente visible. Pero a nadie le importaba quién escribía las notas, ni quién les regalaba una revista tan bien lograda. Solo leían los artículos y el impreso iba directo al tacho de basura o al fuego de algún asado. También intentamos representando obras de teatro totalmente gratuitas, pero ninguno de nosotros era buen actor. Los primeros días actuábamos a teatro lleno. La gente venía a ver nuestra obra incitados por la nulidad del precio de la entrada.

    Pero con el tiempo comenzó a venir menos gente, dado que nuestras actuaciones no eran de las mejores. Dimos por descartada la idea de hacer televisión, ya que sin duda correríamos la misma suerte. Lo intentamos también con la locución radial, haciendo un programa totalmente vanguardista. Pero tampoco funcionó.

    Pensamos en la música, pero ninguno del grupo poseía los conocimientos necesarios para formar una banda.

    Cuando comenzamos a ver que todos nuestros intentos fracasaban y nos íbamos quedando sin ideas, comenzamos a pensar en cosas más pesadas, como violaciones en público, asesinatos en serie, suicidios masivos y muchas ideas más. Pero sólo conseguiríamos que nuestros nombres se convirtiesen en nada más que números, estadísticas para una sociedad enferma en lento proceso de autodestrucción. Por esto se nos ocurrió ocultarnos en el anonimato para que todo el mundo nos conozca.

    Decidimos ocultar nuestros rostros para que la humanidad nos viera.

    Habíamos estado buscando el reconocimiento a través de la fama, y ese había sido nuestro error. Ahora la inmortalidad por fin podría ser nuestra. Nadie recordaría nuestros nombres. Nadie los sabría. Pero todos recordarán nuestra obra. El mundo hablará de nosotros por siempre. Nadie puede olvidarse de lo que hicimos. Y digo hicimos ya que en el momento en que encuentren esta carta, ya será demasiado tarde para volver atrás la historia, y nuestro trabajo estará cumplido. Entenderán entonces que hacer volar por los aires al Papa y a todos sus seguidores no ha sido un atentado político ni religioso. Sólo la búsqueda de reconocimiento. ¿Qué mejor para una sociedad, aunque escéptica, bastante supersticiosa aún que matar al Sumo Pontífice antes del año dos mil, como las profecías decían que no debía suceder? Ahora bien, ¿Quién reconocerá nuestros cuerpos en medio del mar de cadáveres en que se habían convertido las calles por las que desfilaba el Papa?. Hasta el momento de encontrar esta carta, seguramente nos buscarán entre los vivos, y de echo tal vez sigan haciéndolo pensando que no es mas que un truco sucio para salvarnos de la ley. Nadie nunca sabría nuestros nombres, pero nos recordarían por siempre. El anonimato a cambio del reconocimiento, la muerte a cambio de la inmortalidad.

    Sinceramente, ¿No es una obra maestra?.

    Carta encontrada en un ejemplar de La Biblia de una biblioteca cercana al lugar del atentado en donde perdieron la vida el Papa y quinientos fieles que seguían en su peregrinaje. Se desconoce el autor.

    FIN

    Publicación November 13, 2020
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