El despertar de los muertos
Autor: Bernardino Anguiano García.
¡Estoy viviendo una horrenda pesadilla!… Eso debe ser… Una espantosa pesadilla.
Estoy en este solitario cementerio, no sé que es lo que hago aquí, ni como llegue hasta este lugar… Todo tiene un tono grisáceo, incoloro… Es por esa razón por la que estoy seguro de que estoy en medio de un sueño atroz.
A mis espaldas esta una cripta abierta, la cual despide un fétido olor.
-¡Oh! Dios mío, dame fuerzas para salir de este lugar… de despertar de este horrible sueño.
Los húmedos sepulcros están burbujeando sustancias extrañas, la tierra que cubre las fúnebres tumbas se mueven, se escuchan crujidos, primero pequeños pero después se oyen tan fuertes que me producen escalofríos.
¡Ah! Alcanzo a ver una mano que sale de la tierra, ahora se le ve hasta el codo, se mueve desesperadamente… ¡Dios! Esto no puede estar sucediendo, no es lógico.
En todas las tumbas se escuchan los crujidos, y burbujea la tierra santa del campo… En todos los sepulcros se ven partes de cuerpos semienterrados, luchando afanosamente por salir.
¡No puedo soportar esos halles de dolor! ¡Porque gritan y se quejan!
¡Porque no se callan, maldita sea!
Mis huesos están entumecidos por la humedad y el espanto, mis esfuerzos son sobrehumanos, pero pronto llegaré a la puerta de este maldito cementerio, gracias a la densa niebla me impide aterrarme mas al ver las horrendas figuras de los cadáveres que van cobrando vida, pero cuando paso cerca de ellos alcanzo a oler su pestilente aroma, y veo sus putrefactas carnosidades, algunos ni eso tienen, solo son huesos deambulando… ¡quiero salir de aquí ¡ ¡Debo salir de aquí!
¡La puerta del campo santo se abre! ¡Ya casi estoy fuera! ¡Solo unos pasos mas!… ¡Oh, nooo! Algo me sujetó del hombro, mis pies sin ordenárselos se detienen, estoy paralizado por el horror, muevo mi cabeza lentamente y miro lo que sujeta mi hombro y… ¡Oh, Dios! Es una mano descarnada que supura sustancias inmundas… ¡Debo mirar de quien es esa espantosa mano!
-¡Aaaaah! ¡Por favor, no me haga daño! ¿Qué quiere de mí?
Ahí estaba uno de los cadáveres de ultratumba, sonriendo, mostrando sus encías negruscas carentes de piezas dentales, de uno de sus ojos raptaba lentamente un gusano de blanco color.
-Espérame hermano y vayamos juntos.
-¿A Do-donde?
-A nuestro destino hermano, a nuestro destino… ¡Vaya que estás horroroso hermano!… Disculpa mi temblor, pero aun no me acostumbro a ver semejante espectáculo tan cerca, jeje.
- ¿A que se refiere?
-¿Cómo?… ¿No lo sabes?… ¿No sabes que haces aquí?… ¿Adónde vamos?… Mírate hermano, estas hecho una piltrafa.
¿Piltrafa yo?… Pero este estúpido muerto viviente no sabe de lo que habla. Mire mi mano y…
-¡Ooooh! ¡No puede ser!
-¡Sí! ¡Eres un cadáver!… Al igual que yo… Al igual que todos, jeje.
De pronto una luz inmensa nos cegó… Y un estruendo inmenso se escuchó, eran gritos de júbilo de la gente que formaba una vaya inmensa para que pasáramos… Alcancé a distinguir: niños, jovenes, adultos, ancianos… Todos de ambos sexos… Los angeles se mezclaban entre la gente y empujaban por alcanzar buen lugar… Uno de ellos, mi guardian, me guiño un ojo y senti una paz intensa y el terror desapareció… Se escuchó una potente voz autoritaria:
-¡Vienen los primeros muertos a ser juzgados!… Porque yo, no les mentí, les dije que juzgaría a vivos y muertos… Los vivos han sido juzgados… ahora les toca a mis hijos que fallecieron en tiempos pasados.
Mi compañero, por inercia tomó mi mano… Y así avanzamos, juntos, hasta que la potente luz traspasó nuestros cuerpos putrefactos y los hizo transparentes… Sentí un fuerte tirón, desprendiéndome de la mano de mi acompañante, y la autoritaria voz retumbó en mis adentros:
-¡Tu! Por este camino.
Vi con tristeza como mi compañero se separó de mí y tomó un camino polvoriento, lleno de filosos pedruscos que se le incrustaban en sus putrefactos y amoratados pies, a los costados de ese camino se veían diferentes variedades de enredaderas llenas de espinas… Él volvió su rostro, y alcancé a vislumbrar una lagrima correr por sus mejillas y de sus labios alcancé a leer un: lo siento En cambio el camino que me hicieron tomar, estaba pavimentado y muy limpio, a las orillas de este, se veían infinidad de rosa y flores, hermosas, con una fragancia deliciosa, a cada paso que daba, iban desapareciendo mis dolencias y mis carnes recobraban la suavidad y el color rosáceo de antaño.
Seguí por ese camino hasta que llegué a la ciudad del cielo.
Todo mundo bailaba, y brindaban, y por las calles hermosas me encontré gente conocida, tomando con alegría, me señalaban un gran salón donde procedía una hermosa melodía, al abrir las puertas, me quedé atónito con lo que mis ojos veían:
Un cuadro dantesco, todos estaban desnudos, mujeres bailando, copulando, hombres con mujeres, hombres con hombres, mujeres con
mujeres… el vino corría a raudales, y se bebía con desesperación.
Unos hombres me invitaron a su actividad homosexual… Los rechacé con delicadeza… pero acepte la invitación de unas hermosas mujeres…
bebí, copulé, me extasié… Y después de un largo reposó, ingenuo exclamé:
-¡Que hermoso es vivir en el cielo!
Se hizo un silencio que me pareció eterno… después todos estallaron en sonoras carcajadas.
Fin.