#El Pánico Satánico
[Esbozos para un Ensayúnculo]
—Tezcat—
Encontrar en la prensa y los medios historias sobre los horrores y peligros del Satanismo ya se ha vuelto pan de cada día. Las noticias sobre asesinatos cometidos de forma ritual por supuestos grupos o sectas satánicas son, cada cierto tiempo, la comidilla de la prensa sensacionalista, y varios grupos policiales se han puesto a la tarea de investigar este tipo de crímenes. Pero ¿de dónde proviene toda ésta fiebre pseudo-detectivesca, tanto de los medios como de las así llamadas fuerzas del orden?
A principios de la década de los 80’s, comienzan a leerse los primeros reportajes sobre el peligro del Satanismo, haciendo especial énfasis en los secuestros y posteriores asesinatos de niños, respaldados con testimonios de supuestos sobrevivientes de lo que se dio por llamar “Abuso Ritual Satánico”. Si bien hubo ciertos “psiquiatras” que se dedicaron a tratar a éstas personas —meros casos de histeria, que hubieran sido la delicia de Freud— y aunque el FBI empleó los mejores recursos técnicos y humanos a su disposición, jamás se ha demostrado algo, ni se produjo una sola evidencia que demostrara que las fantasías de estos pacientes tenían un sustrato de verdad. No obstante, los buitres de los medios masivos de comunicación seguían regodeándose en sus relatos de horror, provocando algo que fuera característico de la Era Reagan —de la que muchos de los lectores de este ensayúnculo tendrán un vago recuerdo—, el famoso “Satanic Scare”, o Pánico Satánico.
Fue en esa época cuando cualquier persona o institución que representara una amenaza para el establishment, era considerada como “satánica”, “producto del demonio” —Reagan consideraba a la URSS como el “Imperio del Mal”—; las Iglesias Evangélicas advertían contra el “demonio del Comunismo” y las asociaciones santurronas como el PMRC atacaban ferozmente a “la música del Diablo”, es decir, el rock en general, y el Heavy Metal y sus variantes en particular.
¿Cuáles eran las causas de tales ataques? El Satanismo emergió de la clandestinidad a fines de los años 60’s, como una manifestación más de un grupo de personas que reaccionaron contra un sistema moralmente opresor —de forma paralela, aunque al otro extremo del espectro, que los movimientos beatnik y el hippismo de la época—, alcanzando su cenit en los 70’s. Fueron muchas las personas que se sintieron identificadas con éste estilo de vida. En pocas palabras, el Satanismo proponía que el bienestar personal estaba por encima del colectivo; que la masificación traía consecuencias desastrosas para el individuo, a quien, para homogeneizarlo, se buscaba nivelar con el denominador común más bajo; que los conceptos de bien y mal no eran objetivos, sino subjetivos; que si bien eran enecsarias ciertas leyes para regular la vida en sociedad, mientras menos opresivas y numerosas fueran, tanto mejor; que la satisafacción de los deseos personales era la Ley Suprema; y que el hombre debía ejecutar todo aquello que era considerado “malo” para la moral religiosa y el bienestra de una sociedad, es decir, orgullo, interés personal, codicia, ambición, lujuria… y estas personas consideraron que nadie mejor que Satán, el rebelde por antonomasia de Occidente, para encarnar esta filosofía vital y mundana.
Esta forma de ver las cosas representaba un peligro para un sistema firmemente afianzado en los valores que aseguraban su estabilidad, esto es, sumisión y obediencia a ____ [llenar el espacio en blanco]. Luego la mejor forma de atacar el peligro naciente era echar mano de tácticas de guerra propagandística y desinformación que habían sido utilizadas con éxito en el pasado contra enemigos anteriores, como el socialismo, la masonería, el judaísmo, los albigenses, cátaros, los amerindios, etc. Extraños y escalofriantes relatos morbosamente adornados con historias de violaciones, infanticidios, canibalismo y profanaciones rituales de toda índole, dignos de Julius Streicher, comenzaron a aparecer en los tabloides de todas partes del mundo —comenzando en Norteamérica— generando la condena y la más enérgica repulsa de todos los estamentos de la sociedad, especialmente de aquellos que se toman en serio la perorata de desinformación con la que se les bombardea a diario, y ya se comenzaban a escuchar los gritos de “JUSTICIA!” contra tales hechos. No importa cuán absurdas fuesen las historias, eran aceptadas por el gran público, en parte gracias a la credibilidad que les otorgaban los medios.
Es interesante observar que los temores propagados por los medios no son tan absurdos e inútiles como uno pueda creer; antes bien están dirigidos alcanzar metas sociales claras. El pánico moral puede ser visto como un instrumento de control social; una heramienta para reafirmar ciertos límites. La pregunta es ¿qué autoridad moral tiene el control social?
Cuando los valores básicos o la seguridad de una sociedad se ven amenazados, los así llamados pánicos morales pueden surgir. Las personas quieren recobrar su ahora sacudido sentimiento de seguridad, por lo cual manifiestan abiertamente su desacuerdo con algo en particular. En este sentido, el pánico moral puede ser visto como un instrumento público, usado para tener una vida en comunidad más segura, o al menos, sentirlo así; esto generalmente trae como resultado peticiones para una legislación más severa, disciplina en las casas y colegios, etcétera.
Otro factor que juega un papel preponderante en la aparición de los pánicos morales, y del Pánico Satánico en particular, tal vez sea el miedo a la imposibilidad de controlar los impulsos naturales, miedo que parecen sufrir los Cristianos en especial, sumado a la desaparición de las fronteras del bien y del mal. En la sociedad Cristiana, éstos sentimientos se convierten en principios de angustia, de terrores virtuales y reales, de miedos y horrores que han de expurgar de alguna manera.
Los medios también tienen todo el poder para hacer de las acciones criminales relacionadas con el Satanismo un escándalo sensacionalista, sin conectar ciertos hechos con las historias de vida individuales detrás de éstas —a la vez que pueden servir como unstrumento para el control social. Hace varios años, un publicista de Estados Unidos publicó un libro que causó cierta controversia en su momento, pero que ha sido ignorado con el tiempo; su título era “Cuatro Argumentos para la Eliminación de la Televisión”.
Básicamente, los Cuatro Argumentos están relacionados no tanto con las imágenes per se, sino con los efectos que tiene la televisión en el cuerpo y la mente humana; el libro cubre varios temas, de los cuales cabe descatar la inducción de ondas alfa, un efecto hipnotizador en el que entra la mente cuando está en reposo; la imposición de imágenes artificiales que son percibidas por el cerebro; los efectos que tienen altas dosis de televisión en los niños y su influencia en los trastornos de deficiencia de la atención; y finalmente el que está relacionado con este escrito, de cómo los televidentes suelen considerar cierto todo lo que ven en televisión, no importa que el programa esté repleto de constantes cambios de cámara, movimiento rápido de imágenes, objetos generados por computador, y otroas delicadezas técnicas. Sobra decir que si esto sucede con este tipo de efectos, es obvio que las imágenes que parezcan sacadas directamnte de la realidad, como por ejemplo, los reportajes de los medios de prensa televisivos, tendrán más credibilidad y parecerán más confiables a los ojos del televidente promedio. No se trata de no creer en nada de lo que digan los medios, sino en hacer la pregunta satánica por excelencia… Recuerden que cuando una historia se extiende demasiado en el cuando, cómo y dónde, lo hacen a manera de distracción para evitar que alguien haga la pregunta satánica por excelencia… “¿Por qué? ¿Quién se beneficia con ello?”
Ahora bien, hace unos días un participante de cierto foro preguntaba si se podía considerar satanista a alguien que cometiera sacrificios, o bien que hiciera lo que dicen los medios que hace un satanista, y si existía gente así o no. A pesar de que a esta persona se le conminó de todas las maneras posibles a que sacara sus propias conclusiones, basándose en el material que tenía disponible para leer, por alguna insondable razón dicha persona no quiso hacerlo; parecía preferir que alguien se lo dijera. Y a pesar de que se le dio la respuesta que buscaba, seguía quejándose…. el preguntar algo cuando lo que uno quiere no es una respuesta sino una confrontación, dice mucho de la naturaleza de la persona. Como al parecer el susodicho individuo eperaba una respuesta elaborada, con todas las referencias y notas al pie de página posibles, me he tomado el trabajo de responder en este breve párrafo.
Cuando una persona que se halla en guerra contra el credo religioso bajo cuya férula lo educaron, y se rebela contra la moral opresora que le fue impuesta desde pequeño, buscará aquello que le haya sido presentado como el contrario… el Diablo. El razonamiento es más o menos así: “Si la iglesia es una farsa, y ataca tanto al Diablo, debe ser por algo… veamos a ver qué tanto es lo que ataca mi ex-religión”. Cuando se topa con un reporte de prensa sobre el Satanismo, y se entera de los ritos que supuestamente hacen los acólitos del Demonio, piensa “¡Ajá! ¡Conque ésto es lo que hacen los Satanistas!” y acto seguido saldrá a buscar un gato al cual matar… y después se atreverá con un sacrificio humano, asesinar a un sacerdote o pastor, etcétera. ¿El resultado? Un grupo de jóvenes que sacrifica gatos sobre las lápidas de un cementerio a la luz de la luna, destrozando las estatuas del camposanto y haciendo pintadas o graffittis en las paredes sepulcrales. Una historia satánica servida en bandeja de plata, de la cual los medios sabrán sacar todo el partido posible, a medida que aumenta el número de “expertos” en la materia, que intentarán darle una explicación lógica a tales fenómenos… lo llamarán “socio-patía”, “enfermedad mental”, “manifestaciones del maligno”. No importa el nombre que se le de, el efecto seguirá expandiéndose, no ya en un círculo vicioso, sino en una espiral creciente. ¿El resultado final? Lo único que logran estas personas con su comportamiento, es darle la razón a un sistema que ha promovido la violencia y la intolerancia durante 2000 años. Pregunta… ¿queremos eso? ¿queremos darle la razón a los enemigos de la vida?