Freud y el Diablo
Tezcat “La historia del Diablo coincide con la historia del miedo y angustias propias de los psiquismos personales. La creencia en el Diablo representa en gran parte la exteriorización de dos series de deseos removidos derivados del complejo infantil de Edipo, el deseo de imitar algunos aspectos de la figura paterna y el deseo de desafiar al padre. En tal creencia se implica, por consiguiente, la emulación y la hostilidad, como componentes ambiguos de la relación con el padre. Se da aquí una identidad originaria de Dios y del Diablo, como dos aspectos de la misma realidad míticamente advertida en sus contradicciones opositoras, que se pueden estudiar en diversos contextos etno-histórico-religiosos…
Sigmund Freud
El diablo refleja cuatro experiencias psíquicas diversas: el padre por el cual se siente admiración, y de cuya potencia sexual el niño siente envidia (he aquí, por tanto, la fuerza sexualizada y libídica del demonio); el padre contra el que se siente una decidida hostilidad y que es, él mismo, hostil al hijo (de aquí la figura diabólica del pene y portadora de destrucciones); el hijo que emula al padre, que copia deliberadamente a Dios (el diablo, simia Dei; el simio o bufón de Dios); el hijo que desafía al padre, el gran rebelde que se vuelve contra Dios y que es arrojado del cielo.
Sabemos, ante todo, que Dios es un sustituto del padre, o, más precisamente un padre que ha sido ensalzado… En cuanto al demonio malvado, sabemos que es considerado la antítesis de Dios, aunque siendo, por su naturaleza, muy afín a Dios… No hace falta una gran perspicacia analítica para argüir que Dios y el diablo fueron originariamente idénticos; una única figura que, a continuación, fue escindida en dos figuras dotadas de atributos opuestos… Y este es un ejemplo del bien conocido proceso por el que una representación, que tiene un contenido contradictorio (ambivalente) se descompone en dos términos opuestos en neto contraste entre ellos. De cualquier modo, las contradicciones específicas concernientes a la naturaleza originaria de Dios reflejan la ambivalencia que caracteriza la relación de cada uno con el propio padre personal.
Si el Dios justo y misericordioso es un sustituto del padre, no hay por qué asombrarse de que también la actitud hostil ante el padre, por lo cual el hijo lo odia, lo teme y se queja de él, haya encontrado expresión en la creación de Satanás”.