Glimhark
Por: Francisco Pedrin Martínez (Bizzarre666)
…Trate inútilmente ver mis propias manos, las cuales habían desaparecido ante mis ojos, mi cuerpo perdía todo su peso elevándose velozmente hacia la nada, rumbo al centro de esa gran ausencia, mi voz creaba un gran eco en el silencio que rebotaba en mi cabeza como un pequeño zumbido, el corazón pareciese detenido, la sangre congelada impidiendo el andar por mis venas, ¿ acaso tenia éxito ese viejo conjuro ?, ¿ podría ser real ese antiguo libro ?, tal vez solo es un sueño, un sueño inspirado en mi nocturna lectura, en ese viejo y maltratado libro que cambie comprándole una botella de austero vino a ese extraño viejo, al principio solo pereciese eso, solo un libro viejo, el cual me intereso por los extraños dibujos de su raída portada y que solo por curiosidad hizo gastar mis ultimas monedas.
Ese viejo libro que me mantuvo en tensión toda esa noche y que sin pensar recite en voz alta esas extrañas palabras de un olvidado dialecto, Glimhark, ese insigne nombre tanto repetido en sus estrofas, ¿ seria acaso el nombre de un dios antiguo ? ¿ un demonio? O simplemente producto de la imaginación fonética del escribano, ese nombre que comenzaba a repiquetear en mi cabeza, cada vez mas fuerte, mas aun, hasta retumbar como una lanza de Thor en una noche de tormenta, Glimhark, ese simple sonido que me transporta hacia la nada, que me hace creer que no tengo cuerpo, simplemente que he muerto.
Distingo a lo lejos guturales voces, lamentos de un antiguo calvario, gritos suplicantes de piedad, se escuchan cada vez mas claros, como si cientos de seres a mi alrededor se aglomeraran, la vista comienza a esclarecerse no sin antes sentir un gran golpe que me lanzo algunos metros por los aires e hizo estamparme con el suelo abruptamente, donde estoy me preguntaba mientras inhalaba cabeza abajo una gran bocanada de aire la cual se transformo en una cascada de arena que lijaba mi garganta mientras tragaba la ultima gota de saliva que en ese momento me salvo de morir ahogado, escupí como pude los restos que quedaban en mi boca y pude por fin respirar un poco de ese aire, ese pedazo de la nada que nos hace permanecer vivos, mis sentidos volvían a su lugar después de hebermeles aventajado por esa caída y por fin me alcanzaban, era un alivio tocar tierra firme, tanto que ni el dolor de la caída se hizo latente, sentir esa hirviente arena raspar mis dedos, de hecho el solo sentirlos era un alivio.
Todavía desorientado puedo por fin abrir los ojos y me veo en medio de un gran desierto, ese gran mar de arena que me baña con su calor, al alzar la vista soy cegado por la intensa luz del sol la cual me hace desistir de mirar, nuevamente me percato que no estoy solo, percibo sombras moverse velozmente sobre la arena, seres enormes impulsados de aquí para allá alzando sus voces por los cielos, seres con brillantes armaduras que centelleaban al mirar el sol, limpie los restos de arena sobre mis ojos y pude por fin ver claramente, que ven mis ojos?, no puede ser cierto, estoy en el centro de una gran batalla, imponentes estatuas con un brillo platino montadas en amenazantes corceles corriendo a mi alrededor, enormes espadas erguidas en son de guerra, interminables lanzas bañadas en espesas manchas de sangre, abollados escudos que salvan la vida de un hombre, enormes estandartes con vistosos bordados entre coronas, leones y espadas, estoy indefenso ante una legión de guerreros medievales, en medio de la muerte, el coraje, el odio y la furia de un pueblo exigiendo territorio, ¿acaso pueden ellos verme ?, ¿podrá esa furia volverse en contra mía?, no tarde siquiera en reflexionarlo cuando dos opacas armaduras apuntaron hacia mi y gritaron en su extraño dialecto algo similar a una cruel amenaza.
Como pude trate de incorporarme, al primer intento caí de rodillas pues ahora mi cuerpo se sentía mas pesado que de costumbre, así de rodillas, como el esclavo negro implorando perdón antes de ser azotado por su patrón, observe como estos dos guerreros se aproximaban cegándome con el brillo de sus espadas izadas ante el sol y esperando blandir mi cabeza, nuevamente hice un esfuerzo sobrehumano y logre tenerme en pie, me encontraba a un par de decenas de metros de la muerte, aunque en realidad no sabia si esto ya lo era, vire bruscamente trastabillando a cada paso que daba, la distancia con mi fatal destino se iba recortando, sus despotricos estaban ya casi lanzados en mi oído, sentía ya su húmedo aliento golpearme la espalda y la sombra de sus armas cubrir mi cabeza , solo cerré los ojos e hice mi ultimo esfuerzo y corrí, corrí a una velocidad que ni yo mismo creí algún día poder alcanzar, rápidamente deje atrás a mis adversarios los cuales con sus pesados aceros cubriendo su cuerpo no pudieron mas que verme alejarme y añorar mi cabeza- o lo que hubiese quedado de ella- para colocarla entre sus trofeos de guerra.
Seguí y seguí corriendo, avanzando con todo lo que mi cuerpo y alma podían dar- como los poseídos de pueblo que después de leer a Lovecraft creen tener el demonio dentro y que el cura, con una copa de vino con la grandiosa y omnipotente consagración de dios –!ja!–, el acto de contrición y un par de bofetadas hacen volver al mundo real-, pero en ese momento no había quien me hiciera parar, creo que de haber encontrado una montaña en mi camino la hubiera atravesado como si fuera una vieja y débil telaraña.
No pare creo, hasta poco mas de una hora y no lo hubiera hecho de no ser por aquel gran castillo con el cual tropezè al final de aquella interminable duna.
De primera instancia este castillo tenia la apariencia de una gran montaña de hielo, con sus tonos grisáceos y sus altas y desteñidas paredes formadas por infinidad de rocas, pareciesen tan antiguas que podrían predicarnos el origen de este mundo, este castillo que contaba con su propia tormenta, era cubierto por ese negruzco y amenazador cielo, tan obscuro que asemejaba a la noche, la cual metros atrás no era siquiera evidente, de un solo paso me sumergí en aquel nebuloso océano, camine unos cien metros hasta llegar al pie de esa fría fortaleza, admire una a una las seis torres las cuales solo podía trepar con mi vista y que desde mi lugar daban el aspecto de seis enormes brazos los cuales protegían los innumerables secretos que llevaban en su corazón.
Rodee a pasos cortos la gran circunferencia hasta ubicarme en la parte posterior del mismo, adentrándome en aquel muerto jardín, cientos de arbustos secos los cuales a pesar de su falta de sol seguían creciendo de una extraña y marchita forma.
Fue hasta este punto donde por fin pude localizar una puerta de acceso la cual se encontraba al ras del piso, no tuvo la mínima intención de entrar pero el miedo a que mi perseguidores llegaran hizo que tomara una gran rama que a pesar de su aspecto, todavía se conservaba firme, batalle hasta que al fin se desprendió con un seco crujido y la utilice para apartar de mi camino aquellas filosas espinas que solo esperaban el momento de encajarse en mi cuello para alimentar sus raíces.
Llegue como pude hacia la puerta la cual tenia una gran argolla, me incline sobre ella y tire fuertemente con ambas manos, con mucho esfuerzo logre que esta cediera al momento que por sus orillas emergiese una nube de polvo, creo que jamas o al menos por muchos años esta no había sido abierta, al hacerlo completamente me percate existía una tenue pero clara iluminación como si cientos de bombillas eléctricas emitieran aquella azulada luz, antes de intentar bajar frote una y otra vez mis manos contra mi pantalón pues el oxido de la argolla había dejado una incipiente comezón, cuando la rojiza mancha había abandonado mis palmas para quedarse en mi ropa, sin pensarlo dos veces, comencé a bajar uno a uno los seis enormes escalones, tan enormes que tenia que dar un gran salto para pasar de uno a otro, esos escalones que me llevaron a aquel húmedo y frío lugar, descendí por fin hasta el final y comenze a recorrer el largo pasillo, camine dejando atrás dos o tres bóvedas las cuales no tenían esta iluminación la cual me permitía seguir avanzando hasta que tope con una gran puerta de hierro, que por cierto era la primera que veía en forma vertical desde mi llegada.
Empuje recargando todo mi cuerpo logrando moverla solo unos centímetros, entonces, recargue ahora mi espalda y hacia atrás empuje con mis piernas hasta lograr abrirla lo suficiente como para escabullirme por ahí, la luz que de ahí salía tenia un matiz muy diferente al del pasillo exterior, esta ultima era mas bien rosada y al lograr asomarme me percate que provenía de un millar de velas que estaban todas encendidas en el interior, danzando e iluminando el cuarto, lo cual me sobresalta inmediatamente pues esto significaba que el castillo estaba habitado, aunque este cuarto parecía lo contrario, o eso creía yo, pues mi vista abarcaba todo el perímetro y solo veía aquella enorme caja sobre un reluciente alfombra roja con garigoles dorados.
Estuve inmóvil por largo tiempo sin saber que hacer, cuando distinguí a lo lejos un sinnúmero de pisadas, ¿serian aquellos bizarros caballeros que legaban por fin de su sangrienta lucha?, me apresure por fin dentro del cuarto y trate de retirar la tapa de aquella caja la cual era mas pesada de lo que parecía, los pasos se oían cada vez mas cerca, escuchaba ya el rechinar de sus aceros friccionados entre sus articulaciones, cuando por fin pude apartarla y cual no seria mi sorpresa el ver dentro de ella a una mujer tendida dentro de ese gran cajón forrado en terciopelo color vino, de inmediato fui hechizado por su belleza, su pálida piel que le daba un aspecto mortuorio, su rostro iluminado por esa infinidad de pequeñas llamas tenia un aspecto demoniaco y hermoso, tan hermoso como la maldad misma, tan hermoso que deje de sentir miedo, sus delgadas cejas apenas manchaban su frente, los párpados cerrados adornados por aquellas densas y largas pestañas, la nariz esculpida por el mas grande artista de todos los tiempos, su boca que contrastaba con su tez por ese rojo intenso similar al de la sangre, bajando por su extenso cuello hasta llegar a esos enormes senos que brotaban de aquel escote formado por una complicada maraña de listones, me acerque un poco mas y mi embrujo se vino abajo pues cruzaban tras de mi ya aquellos pasos, trate de retirarme bruscamente cuando me sentí fuertemente aferrado por el cuello por una mano, cual iba a ser mi sorpresa cuando me percate que era ella, parada majestuosamente frente a mi, con sus ya vivos ojos tan profundos como el infierno, tan brillantes como el fuego, me miraban tan fijamente que sentía que empezaban a quemarme y me dijo sin siquiera mover los labios por fin haz cruzado el reino de Glimhark, soy Krysheida tu nueva reina y soberana y dueña de estas tierras, por fin podrás entregarme tu tan ansiada sangre, al momento que abrió su boca y me mostró sus flameantes colmillos.
No supe mas de mi, cuando pude al fin despertar, me encontraba en mi habitación, la luz del sol entraba por las ventanas, mis manos estaban negras por las cenizas de aquel libro que se había consumido entre mis dedos, nunca supe en si lo que sucedió, solo me quedo el recuerdo de aquella hermosa mujer y las cinco cicatrices de sus uñas que guardare por siempre como un celoso recuerdo.