MIGUEL CALLEJÓN
“…and a cat.”
Edgar Poe, “The Black Cat”
Hastur era un gato negro, grande y lustroso que vivía apaciblemente en un piso al oeste de la ciudad. Solía animar a su amo con sus juegos, ya que éste tendía a la melancolía, pero ésto dejó de funcionar cuando su prima fue encontrada muerta en su piso; estaba desnuda y había sido semidevorada por ratones. La depresión en la que cayó esta vez fue devastadora.
-Pobre Julia… ojalá hubieses estado allí, amigo mío -le decía,
mientras acariciaba su negra testa. Hastur, al parecer contagiado por
el mal que devoraba a su amo, comía menos cada día, aunque se mantenía
igual de rollizo: a juzgar por sus desapariciones nocturnas, el felino
dedicaba esas horas a cazar y devorar ratones. A veces volvía con el
morro lleno de sangre.
-Tú también la querías, ¿verdad, chico? -le dijo al gato una noche,
poco antes de acostarse. El gato maulló, tal vez en señal de
afirmación. Le abrió una ventana, y le dijo: -Anda, sal y véngate en mi
nombre de esos bichos infectos.
El gato se montó en el alféizar de la ventana con un ágil salto. Maulló
de nuevo, y después saltó al tejado vecino, a unos metros por debajo.
Poco después, se perdió en la oscuridad.
Su amo, adormilado, dejó entornada la ventana para que el gato entrase a la mañana siguiente.
Las pupilas de Hastur se habían ensanchado al máximo. Ya había hecho
varias veces ese mismo trayecto, pero siempre lo sorprendían aromas y
sonidos diferentes; esta vez fue el olor rancio que salía de la ventana
de una de las chabolas lo que llamó su atención. De un salto se
encaramó a ella y miró al interior. Un bulto negro se dibujaba en el
centro de la habitación, en total oscuridad incluso para un gato.
Silenciosamente, entró y se acercó a él: era una cuna. Sus orejas
puntiagudas recogieron los ligeros sonidos que produce un bebé mientras
duerme.
Un ratón se escabulló ante él, pero Hastur le hizo caso omiso. Nunca le
habían gustado los ratones.
Entonces, de un salto se subió a la cuna y de un mordisco le arrancó un
pedazo de carne al pequeño, que expiró con un gemido.
(Nota: El término “Hastur” apareció por primera vez en el cuento “Haïta
the Shepherd”, de Bierce, referido a un dios de los pastores. Más
tarde, R. W. Chambers lo utilizaría, con un matiz más siniestro, en su
“The King in Yellow”; con Lovecraft, el dios Hastur se convertiría en
una deidad terrible:
“I found myself faced by names and terms that I had heard elsewhere in
the most hideous of connections - Yuggoth, Great Cthulhu, Tsathoggua,
YogSothoth, R’lyeh, Nyarlathotep, Azathoth, Hastur, Yian, Leng, the
Lake of Hali, Bethmoora, the Yellow Sign, L’mur-Kathulos, Bran, and the
Magnum Innominandum - and was drawn back through nameless aeons and
inconceivable dimensions to worlds of elder, outer entity at which the
crazed author of the Necronomicon had only guessed in the vaguest way.”
H. P. Lovecraft, “The Whisperer in Darkness”
® Miguel Callejón B.