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    La Estaca

    LA ESTACA

    “Cacho” apuró el paso y maldijo a cada baldosa floja que le salpicaba los pantalones tras sus pisadas. La luz del bar lucia, en la penumbra de ese mediodía tormentoso como pocos, casi idéntica al paraíso que dicen ver al final del túnel quienes afirman haber regresado de la muerte, con San Pedro aguardándoles con un generoso par de alas y lira incluida… Solo que el “paraíso” de “Cacho” era mucho mas modesto, pero aún así no menos deseado. Tras cruzar las carcomidas puertas verde oliva, no solo lo aguardaba su mesa de “casin” preferida, sino un enorme vaso de “Grapa” con limón, únicas dos cosas capaces de hacerle recuperar el sentido del humor y el aliento después de haber manejado ese insoportable ómnibus durante cinco horas seguidas, cinco horas que según pasaban los años se le hacían cada vez mas largas…

    Y allí estaban por supuesto, no San Pedro, sino “El Chino” y el “Flaco” Méndez. Y el sabía muy bien que no solamente le era imposible jugar una buena mesa de “casín” con otro que no fuera el “flaco” Méndez, sino que la “Grapa” no tenía el mismo gusto sin un par de cuentos de “El Chino”… Ninguno de los dos era chofer de omnibus: “El Chino” (apodado así por lo rasgado de sus ojos, según él de tanto guiñarselos a las viudas) era sepulturero, y el “flaco” Méndez trabaja en la oficina de Necrópolis, es decir que ambos cumplían sus tareas en el enorme cementerio que estaba precisamente frente al bar donde se reunían, llamado por la municipalidad “Cementerio del Norte” por estar ubicado en la zona Norte de la ciudad y siendo uno de los mas grandes de América latina. La linea 158 de omnibus, en la cual manejaba “Cacho” finalizaba allí su trayecto pero él prefería juntarse con estos dos “funebreros” y no con sus propios colegas de otras lineas que se reunían en un bar que quedaba un par de cuadras mas arriba. “Seguí comiendo con esos dos que vas a quedar loco igual que ellos…” le decían en broma cada vez que se excusaba de ir a comer con otros choferes en el horario del descanso para irse a jugar un casín con el “flaco” Méndez…

    Y así era: se tomaban alguna que otra copa, jugaban un par de “mesas” y a continuación comían los tres un plato del menú del día que indefectiblemente resultaba ser siempre “del día”… anterior al que era comido. Y es que después de un par de “grapas”, la mierda y el dulce de leche seguramente tienen el mismo gusto, según la experta opinión de “Cacho”… Y una vez cumplido el trámite, se despedían, discutían un poco acerca de a quién le tocaba pagar esa vez y regresaba cada cual a su tarea: “El Chino” a sepultar cristianos, “el flaco” a darles ingreso en el libro de “visitas permanentes” y “Cacho” a transportar manadas de infelices que aun no se habían comprado un automóvil.

    Pero ese par de horitas en el medio, sin duda les hacía el día mas llevadero a los tres. Y es por eso que “Cacho” estaba apurado por llegar a su paraiso, mas en ese día negro y tormentoso… Al entrar notó que “los muchachos” ya lo estaban esperando en el mostrador con la copa servida.

    -“Al fin llegaste,borracho…”- le gritó “El chino” ni bien lo vio sacarse el impermeables.
    -“Mas borracho sos vos que desayunas con caña…”- le replicó “Cacho” riéndose a carcajadas, sintiendo como se ponía instantaneamente de buen humor solo con entrar al calor del bar, y notar el humo de los cigarrillos, el olor a alcohol barato y guiso recalentado y las caras de todos sus conocidos…
    -“No me busques “Cachito”, no me busqués que ahora te agarro al casín y te como crudo…”
    -dijo el sepulturero tomando inmediatamente con su mano libre (en la otra por supuesto tenía un vaso bien servido de caña) el taco de jugar al casín y acercándose a la mesa que reinaba en el medio del salón, rodeada de sillas tambaleantes, repletas a esa hora de parroquianos, la mayoría de ellos empleados también del Cementerio lindero…
    -“¡Que vas a comer, vos…andá!… ¿Sabés lo único que te podés comer crudo vos…? Mirá no me hagas hablar…” -le replicó “Cacho” acercándose y simulando que lo golpeaba con otro taco que el también había tomado de un rincón. El “flaco” Méndez los miraba con un cigarrillo “negro” en la mano y sonreia sacudiendo la cabeza a un lado y al otro. Siempre pasaba igual los dos se la pasaban “peleando” y él la gozaba “de afuera”…

    Y como el día estaba mas frío que de costumbre la “grapa” empezó a correr por los vasos mas generosamente que de costumbre también.

    De golpe se dejó oir el estruendo de un trueno que apagó el clima de bullicio imperante en el lugar desviando la conversación, “hacia la vereda de enfrente”, como les gustaba decir a ellos, es decir para el Cementerio…

    -“Pah… Otro rayo de esos “Chino” y se te levantan todos los muertos que enterraste… -dijo “cacho” mientras se inclinaba sobre la mesa de “casín” para tirar.

    Los tres y el “Coco” el dueño del bar rieron a carcajadas. Ahí intervino “el flaco”:
    -“Levantarse podrán, pero acordate que para salir me tienen que pedir permiso a mi…¿eh?” -y mientras la bola roja sobre la que había tirado “Cacho” hacía carambola sobre las otras dos, todos rieron de nuevo ante la ocurrencia de Méndez que hablaba poco, pero cuando hablaba “la metía bien”, en el decir de los demás.

    Calmadas las risas, “el chino” se aprontó para tirar, mientras “Cacho” marcaba sus tantos en el tablero, y comentó cambiando el tono de voz:
    -“Vos sabés que fuera de jodas, corré el rumor allá abajo de que el finado del 11600 de noche grita… ¡Hasta el sereno del osario renunció y eso que queda lejos de ese sector!..”-
    -“Pero dejate de joder, chino… Donde se vio que un muerto grite… Será algún marica que se hizo dar por un negro del “cantegril” y grito porque la tenía muy grande…. -dijo “Cacho”.
    -“No en serio cacho, te digo en serio… ¿Sabés quien es el del 11600 no? El hijo de puta que descuartizó a la madre y después se pegó un tiro en la cabeza con un 22… Me contaron que de noche grita. Dicen que si pasas por ahí te agarra… Así contó uno que atravesó por ahí de noche. Que lo agarró del saco y no lo soltaba… El tipo quedó medio loco…”-

    “Cacho” miraba la mesa. No le gustaba como venía el partido en pocos momentos “el chino” le había sacado demasiados tantos de ventaja y ahora de yapa empezaba a contarle uno de sus cuentos…

    El “coco”, el moreno dueño del bar intervino:
    -“Mirá que hay que ser guapo para cruzar por ahí de noche… ¿eh?… Porque el 11600 queda por allá por el pasaje “B”, ¿no?”-
    -“Efectivamente… Pasando el crematorio… Son como dos kilometros de campo pelado y tumbas al ras de la tierra, en esa zona no hay panteones. No te olvides que es uno de los cementerios mas grandes del continente…” - comentó el “flaco” Méndez como al pasar.

    “Cacho”, medio envalentonado con las sucesivas grapas, no iba a dejarse intimidar así nomás por estos “funebreros” por mas que él no fuese mas que un simple chofer de omnibus, y ahí nomás lanzó su desafió:
    -“Mirá: yo te cruzó por ahí ahora, de noche y a la hora que vos quieras… me siento en la tumba 11 y pico esa y me fumo un “tabaco” armado como si tal cosa…”-

    Los demás guardaron silencio solo por un instante: “el flaco” sonrió, sabia la que se venía, “el chino” lo había buscado y ahora se venía una apuesta, por un casillero de cervezas… era una especie de rutina entre ellos, como la vez que el “cacho” le jugó que le metía el omnibus por adentro de la avenida central del cementerio con pasaje y todo a las dos de la tarde… La denuncia de un pasajero a la empresa de transporte colectivo le otorgó a Cacho una suspensión de dos días: los suficientes como para disfrutar de sus 24 cervezas heladas frente al televisor, doblemente ricas en cuanto a que eran pagadas por “el chino”… Ahora “el chino” buscaba el desquite.

    -“Vos decís que cruzas… y que te fumas un cigarro con “el descuartizamadres…” ¿no?” - le largó “el chino”.
    -“Cierto”-dijo “Cacho” sin inmutarse y viendose venir la jugada también, pero volviendo a hacer una carambola en el casín como desentendiéndose del tema.
    -“Mirá te juego dos casilleros de cerveza, no, mejor tres, a que vos no vas a las doce de la noche hasta la tumba del 11600…” - “Cacho” se rio. Dejó el taco a un lado y le extendió al “chino” la mano abierta:
    -“Hecho”-le dijo estrechando la de él…
    -“Mirá que tengo al “flaco “ y al “coco” de testigos… ¿eh?…
    -“Si, si… poné a todos los testigos que quieras… A tu mujer igual, si el amante la deja venir…” Y ahí opinó el flaco “Méndez” al que le gustaba ver este tipo de cosas de afuera.
    -“Para, para… ¿cómo vamos a hacer?… Porque vos tenés que comprobar que estuviste ahí, no es cuestión que nos digas si fuí y…” - “Fácil, nos juntamos acá en lo del “coco”, yo entro y ustedes me ven entrar y listo…”
    -“¿Y cómo sabemos que entraste y llegaste al sector 11600?” - preguntó “el chino”.

    El “coco” buscó algo debajo del mostrador y luego de unos instantes lo sacó a la vista, poniéndolo en las manos de “Cacho”. Era una especie de estaca de madera,larga y muy puntiaguda.

    -“¿Y esto qué mierda es?”- preguntó “cacho”.
    -“Por si se te aparece Drácula se la clavás en el corazón…” - le dijo “el chino” riendo…
    -“No, en serio…” - dijo “coco” - Era de atar el caballo, la usaba el finado mi viejo… Vos vas a medianoche, ellos te ven entrar, y la clavas al lado del 11600… Después de mañana ellos van y la ven y así saben que vos estuviste, ¿no?”
    -“Bien negro de mierda, a veces pensas..” - le dijo “el chino” acariciándole cariñosamente el pelo moteado.

    “Cacho” suspiró. No se podía echar para atrás… Pero en el fondo y a pesar de las grapas se daba cuenta de que se había metido en un feo baile… Terminaba el turno del omnibus a las 10 de la noche… Iba a tener que hacer tiempo por ahí, tomarse un taxí hasta el cementerio porque el de él era el último turno y terminaba en el otro extremo del recorrido en Ciudad Vieja, iba a tener que mentir a su mujer, decirle que haría horas extras… En fin, ya estaba hecho… Como la partida de casín que acababa de perder…

    “Cacho” estuvo bien a punto de faltar a la cita, sobre todo cuando reflexionó mas sobre la cuestión y sin el efecto del alcohol encima. De hecho tuvo que tomarse unas cuantas copas mas antes de concurrir a la misma, para asi armarse de coraje. El taximetrista que lo condujo al lugar lo observó extrañado cuando al abordarlo le indicó su destino: Cementerio del Norte. LLovía a cantaros sobre Montevideo y “Cacho” llevaba puesto un largo impermeable azul. En uno de sus bolsillos, oculta, la estaca de madera que el “negro” podrido del bar tuvo la brillante idea de ofrecerle… Antes de descender del taxi ya pudo ver a sus dos amigos estaban bajo el alero del mismo bar, cerrado ya a estas horas, el flaco como siempre fumando… Pagó el pasaje y descendió encontrándose cara a cara con ellos:
    -“Ah maula… Pensamos que no venias ya…” - le dijo “el chino” mientras lo saludaba.
    -“Es una chotada esto che…”
    -“¿Ya te cagaste en los pantalones?”
    -“No chino,no es eso… pero yo que sé…”
    -“¿Trajiste la estaca?” - le preguntó Méndez.
    -“Acá está…” - contestó Cacho sacándola del bolsillo y deseando terminar con la historia de una vez por todas para así irse a su casa con la ilusion de las 36 cervezas ganadas en buena ley. Les preguntó - “Ahora diganme bien donde queda la tumba esa que voy y vengo en un minuto”…
    -“Si es que el “descuartizamadres” te deja salir… - le dijo “el chino” y continuó - “Bueno mirá seguís por la avenida central de Necropolis hasta el crematorio y despues agarrás por el campo de la derecha hasta el sector de las tumbas en tierra… Despues de la quinta hilera están numeradas… Vos buscá la 11600… El tipo se llamaba… se llamaba… Acá tengo anotado: Roberto Guria… Si lo ves mandale saludos mios: yo fui el que lo enterré”…-

    “Cacho” tomo el papel arrugado (y bastante mojado) con las indicaciones que le dio el “chino” y cruzando la calle se adentro por la puerta principal al oscuro cementerio dejando atrás las puertas cerradas del “bar” donde siempre almorzaba y a sus atónitos amigos que no lo creian capáz de la hazaña. A decir verdad y a pesar de sus brabuconadas de ese mismo mediodía, Cacho comenzo a sentir auténtico miedo ni bien cruzó por delante de la zona del crematorio: realmente el cementerio durante la noche lucía muy distinto. Las lápidas de blanco marmol, abrillantadas por la lluvia parecían iluminadas en la oscuridad como pétreos fantasmas. Era la zona de la gente rica, la mas accesible de todo el cementerio y no el depósito de cadaveres al cual se dirijia él. Las había con forma de ángeles, de monjas, y hasta de dragones según pudo apreciar aun en las tinieblas… La mayoría sin lugar a dudas parecían tener vida por lo cual Cacho resolvió firmemente no mirarlas. Sentía su corazón latir en forma apresurada a medida que caminaba bajo la lluvia y sintió deseos de retroceder, de tirar la estaca por ahí nomás y decirle a los dos compinches que seguro la había sacado alguien durante la noche… Pero sintió también el ferviente deseo de demostrarse a si mismo que podia hacerlo. “Claro que puedo hacerlo” pensó “es solo un muerto, por muy hijo de puta que haya sido en vida ahora es solo un muerto…” Y siguió caminando.

    El corazón parecía marcarle el paso… y recordarle también que las emociones fuertes eran mala idea para él después del infarto que había tenido hacia dos años,y del cual sus amistades nada sabían… “Evite el cigarrillo y el alcohol” le sujirió el cardiologo infinidad de veces e incluso le ordenó ultimamente… Claro, nunca le prohibió visitar cementerios por las noches, pero evidentemente a Cacho se le ocurrió recién ahora que no era lo mas recomendable…

    Busco a tientas en el bolsillo del saco la caja de cigarrillos pero desistio: aún bajo el paraguas, con el viento y la lluvia que había sería practicamente imposible encender uno… Continuó caminando casi a tientas, cada algunos pasos algún relámpago ocasional le alumbraba el camino y entonces un nuevo terror se apoderó de él: ¿y si uno de esos rayos le cayera encima?… El corazón le latía con mayor celeridad… Comenzó a divisar las opacas cruces de los sectores de tierra del cementerio… Efectivamente comprobó que las primeras cinco hileras estaban sin numerar: lo que es más, estaban sin cuidar, no habían allí ni flores, ni césped, ni jarrones… Solo cruces carcomidas por el tiempo y las lágrimas, y senderos llenos de viejos periódicos que atravesaban por entre medio de ellas, senderos que bajo la lluvia eran auténticos lodazales en los que Cacho sintió hundir las botas de goma… Tenía que terminar con esto de una vez por todas… Ya mismo… Avanzó… Sector 11200… El corazón le latía…

    RELÁMPAGOS…

    Sector 11300…

    Mas aprisa, la lluvia, el barro, las cruces pasaban veloces a su lado. Era una locura, lo que estaba haciendo era una locura…

    RELAMPAGOS…

    El corazón se le escapaba del pecho…

    Sector 11400…

    Cruces oscuras, siniestramente iluminadas por las luces de los relámpagos, con una breve palabra, con una fecha, con un nombre…

    ¡¡¡RELAMPAGO!!!

    Y lo vio: allí frente a él, sector 11600, Roberto Guria… Su tumba estaba cubierta de desperdicios, como símbolo de su alma tal vez… Un matricida, un suicida… Cacho sintió escalofrios… Solo deseaba irse de allí ahora mismo… Su corazón ya no podría resitirlo mucho tiempo… Tomo la estaca.

    RELAMPAGOS Y TRUENO.

    ¿O fue una voz lo que escucho? ¿O era un grito? ¿Sería el alma atormentada del asesino lo que se escuchaba o la de su madre suplicando piedad ante su cuchillo? Cacho había leido acerca del caso en los diarios: treinta y dos puñaladas,luego la corto en trozos y la sepultó en el jardín… Luego se suicido… Y ahora el estaba frente a su tumba… Casí volteó a correr de solo acordarse. Pero ya que estaba allí, debía cumplir su cometido. Se arrodilló en la tierra humeda, en la oscuridad, palpó la cruz con sus manos y con su mano derecha alzó la estaca al cielo, con una fuerza que ignoraba la bajó con todas sus fuerzas a un costado y la clavó fuertemente en la tierra arcillosa del sector de las sepulturas, tierra firme y aplanada… ¡Estaba hecho! ¡Estaba feliz, mas que por las cervezas, por que ya se podía marchar de aquel endemoniado lugar, de aquella podredumbre! Cacho empezó a reir… Su corazón parecía un reloj de pie. Se dio la vuelta para incorporarse y… Lo sintió. No solamente el espantoso estruendo del trueno, sino que sintio que LE JALABAN LA ROPA, sintio la presión de una mano invisible tironeando su impermeable, la mano asesina, fría como el infierno de alguien que quería arrastrarlo a su carroña, a sus gusanos… La mano de Roberto Guria, le tironeaba y le llamaba… Cacho no intentó escapar, ni siquiera pudo. Fue mas de lo que su corazón pudo soportar y cayó apresado por esta fuerza invisible a un lado de la tumba, bajo la incesante lluvia,con el corazón desgarrado por un segundo e irreparable infarto, con una mueca de horror en su rostro que quedo hundido en el barro…

    “El chino” y el flaco “Méndez” fueron citados por las autoridades. A raiz de la conversación mantenida en el bar el mediodía del suceso, se había establecido que ellos eran las personas que habían visto con vida por última vez a Carlos Quintana, alias “Cacho”, de profesión chofer de omnibus, el cual había sido hallado muerto en extrañas circunstancias a la mañana siguiente en el sector 11600 del Cementerio del Norte.

    Ambos contaron a la policía acerca de la apuesta, y de que se habían aburrido de esperarlo la madrugada anterior marchándose pensando que “Cacho” les había gastado una broma, al no aparecer de vuelta desde el cementerio… Nunca pensaron que algo le podía haber sucedido y cuando se enteraron de su muerte el rostro de ambos pareció haber envejecido veinte años en un minuto… Por supuesto también declaró “coco”, el dueño del bar, estando el moreno mas pálido de lo que un moreno podría estar en toda su vida…

    Todos se sentían en cierta forma culpables… ante una apuesta se había transformado en una macabra escena de un momento a otro y de la cual nadie podía haber imaginado el final….”El chino” no quiso comer por varios días y el “flaco” renunció a su trabajo, no quería sentir ni hablar del sector 11600… En cuanto a “coco”, era el que mas culpable se sentía. Después de todo,había sido él quien había suministrado a Cacho la estaca para cumplir con la apuesta, la estaca que la policía encontró junto a su cuerpo sin vida, clavada profundamente en la tierra, atravesando firmemente el impermeable del difunto que le atrapaba sin piedad…

    Publicación January 7, 2022
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