La marea azul se escapó de los sueños y reflejó su llanto en el amanecer, cuando logró atravesar la barrera que obstruía el paso; escapar del mismo lugar en el que había estado por largos años y lograr convertirse en un viento fuerte, que salía en el crepúsculo de aquella larga noche en la que Karl sintió su peso en el rostro, de una forma nunca antes sentida por un ser humano.
Karl decidió especializar sus estudios como piloto e ingeniero de proyectos científicos que se realizaban en la base Militar de su país, para ello necesitaba entrenarse como soldado e ir recibiendo las clases cada vez que tocara la instrucción. Los entrenamientos eran cada vez mas torturantes y nadie podía dejar de asentir ante las actitudes de los Mayores.
-¡Karl Wingate! - sonó una voz gruesa, demasiado impostada que salía
de una sombra, el hombre que habló se había ocultado y desde la
posición donde se encontraba Karl era imposible verlo, luego sin
cambiar de tono continuó hablando
-Usted será el encargado de vigilar la base esta noche, tal vez de
8:00 PM a 6:00 AM hasta que salga de nuevo el sol, no tiene
alternativa, todos los Jefes lo eligieron a usted por su estúpida
conducta; tal vez esta noche comiencen a aparecer cosas raras por aquí,
no se alarme, piense que tan solo es el viento y no les ponga atención,
yo le daré un arma, para que se sienta mas seguro… ¿tiene alguna
pregunta que hacer?
-No señor, no tengo ninguna - respondió Karl desde un ángulo difícil,
no sabía a quién le estaba hablando, pero en ese momento logró pensar
en lo que tenía que hacer y de su boca salieron algunas palabras de
forma casi hipnotizada, como si fuera un hechizo
-Solo desearía tener alguna compañía esta noche - añadió Karl, sin
saber del todo que había respondido.
-Esta bien Wingate, consigue a alguien igual de tonto - Karl sintió un
gran golpe en el estómago después de que ese hombre desapareció entre
las sombras, desde donde se había escondido todo el tiempo.
Pasados diez minutos desde el golpe, Karl se fue levantando poco a poco del suelo, se despertó al pensar que estaba sobre un piso húmedo y carrasposo, además al acordarse de la aparición del jefe que se escondía en la sombra.
Karl tuvo ocasiones en las que decidió no hacerle caso a la orden, escapar de ella y olvidarse de todo lo anterior, pero cuando vio un revólver que salía de la misma sombra donde estaba el jefe, tirado de forma diagonal, más posesionado al extremo de la sombra que al extremo suyo, empezó a creer que toda esa alucinación había sido verdad y también supo que el golpe había sido producido por este objeto, cuando apareció desde la sombra. Karl no dudó en cogerlo para defenderse, aunque no sabía de qué… La noche atravesó el día y todo se puso oscuro.
Karl no supo que hacer; no había encontrado a nadie para que lo acompañara en la noche y eso era preocupante, la lucha por vencer el miedo había comenzado a expresarse, de forma oculta, pero inconscientemente se dejaba descubierta.
Karl fue hasta su lugar de guardia, era algo parecido a un balcón, pero cerrado con vidrios (al parecer estaban blindados) y atados con cerraduras de gran calibre, Karl se preocupó de nuevo, le molestaba un presentimiento que le tenía a ese lugar, y mucho menos sería capaz de pasar la noche solo.
Sin saber que hacer, se sentó en una silla húmeda que vio dentro del balcón (si es que se le puede llamar así) y cogió un periódico, etiquetado en el año de 1953 que se encontraba en el piso.
-Todo esto es una alucinación, vamos Karl, vete a tu casa que estas
alucinando -
La mente de Karl fue mas fuerte que su espíritu y lo convenció de irse.
Karl dejó el periódico tirado en la misma posición donde se encontraba y también dejó tirado el revólver, tal vez para no levantar sospechas, se paró con mucho cuidado, silenciosamente y se dirigió a la salida.
De nuevo el viento salió de la marea y cayó en el rostro de Karl, el cual gritó, como si de una agresión se tratara; y la noche se hizo más intensa, y de nuevo apareció otra sombra espectral.
-Karl, discúlpame por la espera, siento llegar tarde; ¿sabes? no me
conoces aún, pero creo que te voy a agradar, mi nombre es Peter
Rosewood, soy tu compañero en esta noche - la voz sonó convincente; era
una voz gruesa, como si saliera de una cabina de radio, cuyo aspecto
hipnotizaba, era casi obligación escucharla, sobretodo cuando por
accidente estas parado en las afueras de una base militar con la
oscuridad mas escalofriante que se halla podido sentir.
-De donde viniste Peter - preguntó Karl, seguro de que “algo” se
aclararía, porque era una cara desconocida para él.
-¡Eso no importa!, simplemente oí decir que estas sólo, entonces vine
a hacerte compañía. Karl habló mucho tiempo con Peter, mientras que
inconscientemente iba regresando al “balcón”, que era el lugar de donde
se había ido. La conversación se hizo muy normal, incluso Peter
mencionó que también desearía ser científico, y que por razones obvias
no se había decidido; esas razones no las conocía Karl, pero estaba
seguro de que hablaba de los entrenamientos militares y de los abusos
de los Jefes, cosas que Karl ya había soportado, por lo menos hasta el
día de hoy…
-Peter, quiero enseñarte algo - dijo Karl, agachándose, sin mirar a
ningún lado, se tapó los ojos con una mano y con otra cogió el revólver
que yacía sobre el piso. Karl no tuvo miedo en mostrarle el arma a
Peter, tenía que hacerlo porque esta era su única compañía, pero sintió
desconfianza, siempre la había tenido, pero ahora la sentía, igual que
el viento, que se escondió en la marea desde la aparición de Peter.
Karl notó algo raro en el rostro de su compañero cuando subió el arma, era como una especie de palidez, vio que su rostro estaba mas arrugado que hace un momento.
-¿Te pasa algo Peter? - preguntó Karl sin obtener respuesta. - Peter, no sigas, en realidad me estás asustando Peter miró a Karl fijamente y lanzó una sonrisa larga y ronca, Karl vio sus ojos, tomaron un aspecto de ojos viejos y lúgubres, casi se salían del rostro.
-Peter, maldición, que haces - Karl corrió en el lado contrario de la
puerta de salida, tratando de escapar de algún modo, pero Peter lo
siguió, su cuerpo había adoptado unas arrugas incomprensibles, y de él
se caían pedazos. Karl le apuntó a Peter en su rostro y disparó, una y
otra vez, siete veces seguidas, pero Peter se reía con mucha mas
fuerza. De pronto en el fondo se abrió una puerta metálica muy grande y
de allí salieron por lo menos cincuenta hombres uniformados.
-¡SON ZOMBIES!, malditos todos ustedes son ZOMBIES! - gritó Karl
sintiéndose encerrado por 51 zombies aproximadamente, todos con
apariencia horrible y uniformados, con sus trajes rasgados por el
tiempo, pero aunque la desesperación fue grande, Karl tuvo un
presentimiento de salvarse cuando el viento rozó su cara por tercera
vez.
Karl se encontraba en un segundo piso, estaba ahí sin darse cuenta, porque había corrido como un loco por toda la base, con unos cuantos zombies acompañándolo; pero hizo todo lo posible por salvarse y saltó desde donde estaba, cayendo sobre el brazo izquierdo, ocasionándole una fractura, aunque no sintió dolor. Los zombies hicieron lo mismo que Karl, algunos de ellos quedaban decapitados al caer, otros seguían sin interrupción alguna.
El viento cayó por cuarta vez y se dirigió hacia el Este, dirección a la que corrió Karl, al final se encontró con una segunda puerta metálica, la abrió y por fortuna suya no salió ningún otro zombie.
Karl recordó el primer día de entrenamiento, fue el peor de todos, a lo mejor porque todavía no estaba acostumbrado, la prueba para entrar en la base era pasar por una cuerda muy pequeña, sobre un precipicio.
Algunos decidieron retirarse inmediatamente, pero los que quedaron se arriesgaron y nadie salió lastimado. Todo lo recordó por la puerta, porque estaba cerca de aquel precipicio y allí - pensó - se iba a deshacer de los zombies.
El viento guió a Karl al precipicio y lo hizo pensar en dos barras de metal que estaban clavadas lateralmente a la tierra, éstas eran utilizadas para que los que se portaran mal en los entrenamientos hicieran cien flexo-extensiones de brazos sin que pudieran desistir.
Karl las encontró y se sujetó en éstas sin sentir dolor alguno, ni siquiera en su brazo izquierdo. Los zombies empezaron a caer en el precipicio, uno a uno; Karl sabía que todos se iban a caer porque estos son inconscientes, pero que no iban a morir porque ya están muertos.
Después de que no quedó ningún rastro de zombie Karl se incorporó de nuevo en su guardia, volvió a coger el periódico del piso y vio la página principal, esta era encabezada por un gran título: 51 SOLDADOS MUEREN EN LAS PRUEBAS DE LA BASE MILITAR ANTE ABUSOS DE LOS JEFES. Karl se rió entre murmullos y sintió lástima de los zombies, porque comprendió que lo perseguían buscando tener otros compañeros. En ese instante Karl vio sangre tirada en el piso, la siguió desde “el balcón” y se encontró con el cuerpo de un hombre que yacía muerto, un hombre idéntico a él.
Así Karl comprendió todo, supo por qué resistió ante la caída desde el segundo piso, por qué se pudo desplazar tan fácilmente entre la base y por qué el viento lo guió. Había muerto desde que fue golpeado en el estómago.
“Un guardia muerto debe tener esas características” - pensó - y luego continuó con su extraño trabajo, ejerciendo una guardia eterna.
Escrito por: Hernan D.Ortiz