Cuando todavía existían las representaciones de medianoche, a veces se veía un hombre con un gran abrigo y con el sombrero casi cubriendo los ojos que se compraba un billete y se sentaba en la última fila. Siempre venía cuando saliera una película de terror, y su favorita era la Iguana.
Era en la infancia de vuestras padres que la iguana subía de la laguna negra, llevándose la heroina, vestida de bañador - digo la heroina, no la iguana. Era verde y escamosoa y goteaba porque siempre acababa de salir del agua. Al principio, el inspector del cine debe haber creído que se trataba de dos niños de ocho años, intentando entrar furtivamente, sirviéndose del gran abrigo, a una película de personas mayores, pero entonces su voz, honda y gargarizando, pronto le habrá convencido de otra cosa. No molestaba a los chavales, ya que causó que las chicas se arrimaran más hacia ellos.
Por supuesto, una vez empezada la película lo olvidaban por completo y se concentraban en la pantalla, y por eso no se daban cuenta que él no se concentraba en ella en absoluto. Sería posible explicar eso con el hecho, que ya había visto la película por lo menos cien veces.
No, la atención del hombre misterioso estaba más bien en el público.
Sentía más que oía cómo la charla común se iba disminuyendo mientras pasaban los títulos de crédito y eran sustituidos por un silencio lleno de expectación. El monstruo apareció pasados exactamente diecisiete minutos de la película, y en aquel momento el hombre misterioso cerraba sus ojos, escuchando. La gente jadeó.
Había alguien que gritó. Y otra vez se sintió bien.
Si hubieran sabido lo que se escondía debajo del gran abrigo, es probable que hubieran gritado aún más fuerte. Pero eso sólo se revelaba cuando llegaba a casa y se lo quitaba.
Puso el sombrero en su sitio y se miró en el espejo de la entrada. La gran boca de rana se retorció en una gran sonrisa, y los ojos de bacalao guiñaban. Entonces la iguana se abrió una lata de sardinas y se acostó. Cuando la iguana tenía esa predilección por las representaciones de medianoche, era porque sus películas ya hace tiempo habían sido retiradas del programa normal. A pesar de todo, ya llevaban unos años a cuestas, y la gente pagaba por ver otras cosas.
Al final fue a entrevistarse con su antigua compañía cinematográfica.
El productor lo recibió, amablemente, y pidió que se sentara.
-¡Blackie! -dijo, alegre. Para sus adentros se extrañó de que la iguana
siempre consiguió gotear en su alfombra, porque el pobre monstruo no
podía haber visto una laguna en diez años. -¿En qué te puedo servir?
-Tengo una idea para una película nueva -dijo el monstruo.
-¡Suena interesante! -bostezó el productor.
-Pues mira, primero hice “La iguana de la laguna”. Luego vino “El
regreso de la iguana” y “La iguana se escapa”. Pero nunca hemos hecho
“La iguana toma venganza”…
El productor se levantó de su escritorio y se vino al lado del visitante, algo que solía significar que la audiencia se había acabado.
-¡Mira aquí! - dijo el gran hombre, señalando la fila de carteles en la
pared.
-El infanticida ataca a ciegas. La conquista de los zombies. ¿Tú crees
que queda alguien que quiere mirar a algo que parece un hombre-rana en
un traje verde?
-No sé -murmuró la iguana.
-Déjame decirlo de otra manera. ¿Tú vomitas flema que corroe a la cara
de la gente? ¿Entras por la boca de ellos para luego salir saltando de
su estómago?
-Pues, no.
-No, no haces nada de eso. Ni siquiera desabrochas el sujetador de la
heroina. Un paseo en el metro es más espantoso que tú. -La iguana miró
hacia abajo, asintiendo con la cabeza.
-¿Quieres que te de un consejo? ¡Buscate un trabajo! Pero eso tampoco
era muy fácil, porque la iguana no sabía hacer mucho más que asustar a
la gente. -¿Asustar a la gente? -repitió el de la oficina de empleo.
-¡Muy bien, intenta aquí! -COBRANZA BRUTAL S.A., dijo en la tarjeta.
-¿Ex monstruo? -rió el director-. Suele ser ex boxeador, pero
¡adelante!
La iguana se sintió muy a gusto cuando cogió la bicicleta para ir a su primera tarea. Tenía que persuadir unos delincuentes a abandonar una casa despoblada que habían convertido en cuartel general. -La policía es demasiado amable -había dicho el director-. El dueño quiere que se asuste bien a esos sinvergüenzas … -La iguana guiñó con los ojos y practicó su grito gargarizante.
Entonces se fue hacia la casa y llamó en la puerta. La mayoría de los delincuentes no parecían tener bastante edad para poder entrar en una representación de medianoche.
También había algunas muchachas y un par de niños. -¿Sí? -dijo el joven
en la puerta.
-Sí -dijo la iguana-. Vengo de COBRANZA BRUTAL…
-¡Pues entra! -Se sentaron en un viejo sofá, y una de las muchachas
preguntó la iguana si no quería una cerveza, y deploró que no tenían
ningunas sardinas.
Media hora más tarde, el monstruo ya se estaba volviendo hacia la oficina. Estaba contento, porque había conseguido aclarar todo el caso.
Los jóvenes no eran delincuentes, solamente no tenían dónde vivir y solamente se habían instalado allí, porque la casa de todas formas estaba vacía. -Si eso no era muy difícil -pensó la iguana-. A ver cómo será mi próxima tarea … -Pues -dijo el de la oficina de empleo-. ¿No te salió? Bueno, sí. ¿Qué tal la infantería de marina? Porque sabes nadar, ¿no?
Había algunos problemas en encontrar un uniforme que le estaba bien, pero aparte de eso podía empezar enseguida, porque el gobierno acababa de iniciar un nueva guerra para asegurar la paz.
-¡Chavales, soy orgulloso de vosotros! -dijo el general cuando llegó.
-Juntos vamos a asegurar la democracia en este mundo. Sí, vamos a
matarlos. Vamos a volverlos del revés para que las tripas les sirven de
corbata. Después, le pusieron a la iguana al corriente de la estrategia
del ejército.
-Sólo bombeamos a los objetivos militares -explicó el general-.
Fábricas que manufacturan rodamientos a bolas para tanques.
Compañías de aguas que suministran agua a los soldados. Escuelas y jardines de infancia que instruyen soldados nuevos.
Tenemos que recordar que estamos luchando contra un enemigo totalmente descomedido. ¡Ayer fusilamos por error a uno de nuestros propios soldados, y eso nunca hubiera pasado, si no nos hubieran obligado a entrar en esta guerra!
-¡General Schwartztod! -interrumpió un coronel-. Los rusos se han
quejado. ¡Creo que fue por los tres hospitales que bombeamos ayer, sir!
-¡Tranquilo! -dijo el general. -Llame a la ONU y dígales que tienen que
aprobar un resolución.
-¡Pero sir! El enemigo se ha rendido.
-Lo sabía -dijo el general-. Otro capricho diabólico para impedir que
destruyamos al enemigo. Dígales que no podemos aceptar la fórmula. Diga
que la bandera blanca era demasiado sucia. Diga cualquier cosa, pero
siga bombeando. Por el amor de Dios…
Ese mismo día, la iguana salió con su división, y sus compañeros conseguían acabar con una veintena de soldados andrajosos, desarmados.
También había más, pero corrían demasiado rápido. La iguana meneó la cabeza. Luego se fue al agua y volvió a casa, nadando. Apenas había entrado por la puerta, cuando su agente llamó y le dijo que tenía que salir en un programa de tele un sábado. Resultó que algunas de las antiguas películas habían vuelto a ser modernas como descanso entre los boletines de guerra.
El presentador del programa era un hombre pequeño con una gran sonrisa.
-Y ahora -dijo- todos estamos esperando para oir qué le asusta a Usted, Sr. Laguna.
La iguana lo pensó un poco. Luego dijo: -Me asusta que la mayoría de los hombres son pobres, que muchos no tienen si quiera donde dormir, aunque las casas están vacías.
Me asusta que un país grande puede destruir a un país pequeño, haciendo exultar a todo el mundo- Pero más me asusta que hay personas que, a pesar de que les hambrean y les obligan a matar, creen que esto es una democracia. La gente jadeó. Había alguien que gritó. Y otra vez se sintió bien.
Extracto del libro: “Skrækkens ABC” (El ABC del Terror)