LA SEÑAL
por Marina
En los oscuros parajes de Belanús, Sara y Tom, dentro de su coche, convertían sus sueños en realidad no sólo con palabras. Habían decidido casarse dentro de seis meses, y lejos de sus entornos, eligieron aquel extraño paraje para saciar su amor. Sonreían aliviados al pensar en el coche que se les había cruzado 2 horas atrás, cuando se dirigían a aquellas oscuridades para estar juntos. Llevaban una hora arrullados, jugando con sus manos y pensando en el futuro, cuando escucharon un extraño sonido que golpeaba los cristales de su automóvil.
-Parece que se levanta viento -. Dijo Tom.
-Tengo miedo, vámonos-. Añadió Sara.
Pero después de que Tom sonriera ante el temor de su prometida, el
sonido se hizo más intenso. Era un ruido ensordecedor.
-Creo que tienes razón, cariño. Vámonos de aquí-.
Decidieron marcharse a la primera de cambio, pero comenzó a llover de
una manera aterradora. Casi no se veía el camino de vuelta a la
carretera y naturalmente, se perdieron. Dieron vueltas a ciegas, pero
no encontraron la carretera por más que lo.intentaron, y dándose por
vencidos, vieron allá a lo lejos una luz, una luz que emergía de la
oscuridad.
-Esto es muy extraño. Nunca había visto nada igual… ¿Qué hacemos,
entramos?-Dijo Tom, ya bastante asustado, porque el coche se movía y
se agitaba de una forma espectacular.-Tranquilízate, cariño. Esto debe
ser un terremoto o algo así, de manera que lo mejor es entrar.-
Continuó diciendo.
-Pero este temporal no nos va a dejar acercarnos a esa cabaña.-Afirmó
Sara.
-Lo intentaremos -. Añadió Tom.
El coche casi no les respondía, porque a sus pies, la tierra se movía
aterradoramente. Ambos estaban asustados, pero Tom, más sereno que su
novia, consiguió acercar lo máximo posible el coche a la cabaña, que
era el foco de luz que divisaban desde lejos.
Como pudieron, los dos jóvenes salieron del coche y con un empujón a la
puerta entraron a la cabaña. Por inercia , nada más entrar cerraron la
puerta. Era extraño, porque allí dentro no se oía ni un ápice de ruido,
ni se movían las cosas, ni rebotaba la lluvia y el viento en los
cristales. Ambos se quedaron perplejos ante tal descubrimiento, y les
impresionó encontrarse delante de un viejo decrépito que parecía estar
esperándoles.
Los rasgos del viejo eran siniestros, y Tom y Sara se estremecieron
cuando lo vieron allí, sentado en un sillón de madera, con la mirada
vacía y los huesos excesivamente pronunciados.
-Pensaba que ya no vendríais. Llevo mucho tiempo esperándoos. -Dijo
el viejo con una voz lejana, como del más allá-. ¿Habéis oído la
señal?-Siguió diciendo ante las miradas atónitas de los muchachos.
-¿Qué señal? ¿Qué es lo que está pasando aquí? ¿Quién diablos es
usted?-Gritó Tom exaltado.
Entonces oyeron la risa lenta y baja del viejo, tapándose la boca como
para no intimidar y dejando ver sus largas y gruesas uñas verdes. Con
un lento movimiento, el viejo se levantó y abrió una de las tres
puertas que había al lado de la chimenea. Les señaló su interior y les
invitó a entrar con un gesto de la huesuda mano.
Tom y Sara empezaron a palidecer e intentaron abrir la puerta de la
cabaña y salir, pero no pudieron hacerlo; el pomo quemaba. No había
ventanas, no podían escapar de aquel lugar.
-¡Maldito viejo!-Gritó Tom sujetando a Sara, que gritaba histérica y
asustada-¡Déjenos salir de este asqueroso antro!-.
Pero el viejo seguía riendo en voz baja y ofreciéndoles la entrada a la
puerta. Entonces dijo:
-¿Pero es que no lo comprendéis? El golpe no ha sido brusco, pero ha
tenido pésimas consecuencias…
Tom y Sara se miraron. No comprendieron, pensaban que el viejo estaba
loco
-¿Qué es lo que quiere de nosotros, viejo estúpido?
El viejo volvió a sonreír, y esta vez no se tapó la boca. Entonces pudieron ver todos sus dientes, grises y extremadamente puntiagudos, despidiendo un aliento aterrador que en seguida llegó a los jóvenes, provocándoles un súbito vómito.
-Os cruzasteis con un coche antes de llegar a Belanús, ¿lo recordáis?
Supiste enderezar el volante a tiempo, muchacho, pero os fuisteis por
el barranco. Fue irremediable -. Dijo el viejo.
-¿Pero qué está diciendo, estúpido? ¡No nos va a asustar! ¿se entera?
Mi novia y yo hemos estado juntos después de lo del coche, ¡qué
tontería! ¡Logramos esquivarlo!-Dijo Tom muy exaltado.
-¡Me quiero marchar de aquí, por Dios! ¡Quiero irme a casa! ¡Esto es
una broma de muy mal gusto-Gritó Sara con los ojos rojos de llorar.
-Me gusta que reaccionéis así, es lógico. El golpe ha sido seco, no os
habéis enterado de nada. Habéis estado juntos porque los dos habéis
tardado una hora en… bueno, dejo que lo adivinéis vosotros mismos-.
El viejo dejó la puerta y se dirigió lentamente hacia un gran espejo que había muy cerca de ellos. Los chicos se echaron para atrás, tropezando con el vómito que minutos antes les había provocado su fétido aliento, y mostrándoles el viejo el espejo delante de ellos mismos, quedaron petrificados al descubrir lo que estaban viendo reflejado en el espejo. Eran dos imágenes que provenían de ellos mismos, pálidos, casi azules, con ojeras descomunalmente lilas y con una tremenda herida en la cabeza de cada uno. Entonces comprendieron- ¡No puede ser! ¡Noooooooooooo!-. Después fue un silencio, un vacío y una total oscuridad. Luego, el viejo cerró la puerta.
Estaba amaneciendo cuando unos cazadores descubrieron el amasijo de hierros. Dos jóvenes permanecían en su interior con el cráneo sangrando. Habían fallecido hacía unas horas.
FIN.