PIEDRA FORZADA
Autor: Gerardo Bloomerfield
Todo ha pasado ya. Los años, la dicha, las tres juventudes… la adelantada, cuando siendo niños la inventamos… La real, cuando llegada la ignoramos, y la creada, cuando ya viejos, intentamos recrearla fútilmente… Ya todo paso: un divorcio, uno o dos… el amor de mi vida, y el odio mayor.
Las parejas en la plaza, el primer coche, la tarjeta de presentación y la herida, junto a la primera eyaculación. No absorbía mas mi mente, solo borraba un recuerdo tras otro, dejando espacio funcional para recordar el horario de cada pastilla, el teléfono del médico, el camino de regreso a casa…
¡Oh, de regreso a casa la vi, envuelta en harapos!
No mendigaba… en eso fue veraz: ¡jamás mendigaré!, había dicho con
tanta furia como las puertas que solía cerrarme en la cara… ¿Qué hora
tendríamos? ¿23 años, o treinta? ¿Importa ya?
Me miró… y reconoció lo irreconocible. Me reconoció y recíproco. Sí,
recíproco.
-¿Dónde has estado?
-En el mismo lugar que tu… piso la misma tierra.
-Nunca volviste a llamar…
-Las llamadas más importantes no se hacen a través de un teléfono…
-…ni una carta…
-Los sentimientos son tan efímeros, que en lo que lleva escribirlos,
uno suele arrepentirse de la primera frase…
-Pero….¡estas igual!
-Igual a todos… no a mi. Igual a todos quienes llegan a este momento:
el tiempo uniformiza la carne inquieta, nos empareja, nos acomoda, para
que no hagamos mucho ruido al morirnos…
-Siempre el mismo…
-Pero nunca igual…
-Yo te amé…
-Y yo… tal cual. Soló que lo disimulé tanto que lo olvidé, ¿sabes?
Porque el amor primero se reprime, luego se disimula, y por ultimo se
esfuma… a veces me pregunto si existe.
-¡Claro que existe! Cuando se siente… y yo lo sentí…
-Es verdad… ¡se siente! Había olvidado esa cualidad… y creo que lo
sentí. Pero sentirlo es demostrarlo, y demostrarlo es perder lo amado,
y la perdida es la mayor fuente de penurias para mi y para ti, y para
todos, desde la perdida de la erección hasta la pérdida de cabello, cada
pérdida se me va llevando al otro lado un pedazo mas de alma…
-Escucha… no se si fue casualidad… Pero en esta plaza me besaste.
-Y en esta plaza las palomas comieron innumerables granos de
arroz… de la misma marca que se arroja en las bodas… ¿sabes? Ya poco
importa el recuerdo de los besos, cuando la muerte enfrente es quien
nos besa continuamente… Cuando ejércitos de gusanos alistan su
estrategia esperando nuestras vísceras… y yo… y yo…
-¿Tu…?
-¡Quisiera vivir de nuevo!
-¿Para comer mas helados, y todo eso, como en el tonto poema
atribuido a Borges?
-¿También sufres demencia senil? Sabes que jamás me gustaron los
helados… son como el sexo: unos minutos de placer, y luego media hora
en el baño…
-Pero quisieras vivir…
-Si… pero… ¡olvida los helados! Solo quisiera vivir de nuevo para
preguntarte, en esta misma plaza, a aquella misma hora… si hubieses
perdonado una infidelidad.
-Pero… pero…. ¡es qué me lo preguntaste! ¿No lo recuerdas acaso? Y
te lo dije: es lo unico…
-…que jamás perdonare” Lo sé, lo sé… quería llegar al tema, y use
esa artimaña.
-¿El tema?
-Te fui infiel, y detesto haberte encontrado justo ahora, pues siento
la necesidad de decírtelo, lo cual te hará aun mas miserable…
-Creo que siempre lo supe… pero como al sol, preferí ignorarlo, con
un par de gafas si molestaba demasiado…
-No, escucha… lo ignoraste por miedo a perderme.
-Te perdí el día en que la viste…
-Ciertamente no… el día que la imaginé, ese día deje de ser tuyo… y
del resto del mundo.
-Pero… ¿acaso no la imaginaste antes de conocerme?
-Conocerte… mhhh… Decir esa palabra en este momento es ridículo:
sabemos que el conocimiento es como el televisor color que regalaban en
los supermercados… Compras siempre en el mismo sitio creyéndote cada
vez mas cerca de la bendita pantalla gigante que te libre del
condenado 14 pulgadas, y ya ves… mírame: el supermercado cerró, y yo
seguí comprando… y aún faltan puntos a mi tarjeta…
-Bueno… pero… ¿cuándo la imaginaste?
-Ni bien tuve la capacidad de imaginar… de niño tal vez, o tal vez
cuando recuperé la capacidad de imaginar. Cuando recuperé lo que era
mio…
-Pero entonces…
-Siempre le pertenecí… solo apareció, reclamó esta: su carne por
derecho y ni siquiera te olvidé. Fuiste un sillón en la sala de espera
de un consultorio… una revista en una mesa ratona… Un café de
maquina de oficina…
-Ya veo….
Miró el suelo amargada, el suelo del basural pateando latas de
refrescos vacías, miro al cielo, el cielo del basural tratando de
apartar el sol de su vista. El sol parecía lastimarla y eso que tenía
lentes negros puestos, rotos pero los tenía. Me sentí tremendamente
mal… como cada vez… Carnes caídas, ajadas, arrugadas… Pensé que
tras la partida de ella, jamás sentiría esa tristeza, pero cada tarde,
gris o soleada, mis pies me conducían a barrios ajenos, lejanamente
conocidos… Como cuando la buscaba, entre rostros uniformes…
-Pues hazlo… hazlo ya.
-¿Lo sabes?
-Claro que lo sé… Lo bueno de ser pordiosera, es que se lee mucho el
diario… ¿sabias? Cada noche, no importa si con dos días o tres de
retraso: nadie esta mejor informado que un pordiosero… debo leerlo
para absorberle algo del mal que llevan y así taparme mas segura con
sus hojas…
-¿En un banco de la plaza?
-Donde el sol y la luna resuelvan. Ellos son mis relojes ahora… y el
azar mi refrigerador…
-Pues… pero… ¿lo entiendes al menos?
-A serte franca no… Te amé, te di todo de mi… cada centímetro de mi
carne… Y un día… bueno, un día es lo que llevan impresos los diarios
encima de todas las noticias. Una noticia, una desaparición… Hace
meses que leo de ti… ¿Viste como te llaman? Sonreí, es cierto… Mi
seudónimo. El que pronto dejarían de utilizar, pues el azar , ese
refrigerador de mendigos y pordioseros estaba agotando mis motivos de
tristeza, y con ellos mi vida. La vi tan sola, que desee ser inmortal
para dedicarle al menos diez años mas, para que sus ojos no reprocharan
tanto…
-Creo que el Novio Letal, o algo así…
-Algo así… No tardaron en darse cuenta que todas ellas… bueno, creo
que ya puedo decir nosotras, teníamos una cosa en común… TÚ,
tardaron solo diez años, unos cuantos cuerpos… no es mucho.
-Pero… créeme que a ella no…
-eso es lo mas irónico… y te dará placer saberlo. Se que tu no fuiste
quien empezó el camino. Te fui indiferente durante toda esta vida,
durante toda esta conversación… Te fui irrelevante hasta el hartazgo… pero siempre supe que no fuiste tu. Y buscando entre sus bolsas de arpillera, con la comisura de los labios contraída, lo extrajo, me lo mostró, lo exhibió como un trofeo… Blanco, sereno, suplicante…
-Aquí esta el recuerdo de lo que siempre buscaron… de aquello por lo
que siempre te culparon… Aquí esta la cabeza nunca hallada, o mejor
dicho las vigas que soportaron tanto amor: pues se que la amaste y el
cerebro que habitaba este cráneo supo entenderlo… Lloré como un niño
en medio de la plaza…
-Entonces…
-Siempre lo supe… pues ella intentó decírmelo. Años después… se
sintió culpable, ¿Curioso no?… También era curioso que aun viviera en
el apartamento que alquilaste para sus furtivos encuentros… Me hablo
del tedio de la vejez, del pasado… y créeme: no lo hice por odio, sino
por amor a ti. No podías seguir viendo su pelo teñido, no por placer,
sino por obligación… Tinta obligada, no placentera. Y lo hice por ti
amor, porque nunca deje de amarte… al menos mientras el cerebro me
funcionaba. Luego conservé esto como un símbolo: esta cabeza fue la que
mas besaste, y ya vez: hasta las mejillas borraron tus huellas al
desaparecer del viento.
Se arrodillo y entregándome… ¡oh dios!, aquella campana preciosa, de
calcio, de rastros de cantos, de melodías escuchadas, de poemas
selectos, ese cráneo reseco con aroma a desperdicios, puso su nuca bajo
mi cintura…
-Dicen que lo haces con un hacha… Te conozco lo suficiente, y
recuerdo que cuando teníamos el criadero de conejos usabas una pala
para…
La frase terminó a un metro de distancia: justo allí entre unos diarios de titulares que hablaban de lo que no comprendían, titulares que intentaban hablar de MI.
La frase termino separada del cuerpo que le dio la sangre.
Y el cráneo, su ultima dádiva, en mis manos…
Lo besé con pasión… lo lleve a la pensión aun impaga y supe que era el principio… lo que la mayoría llama el final. Todo comienza, nada termina… comenzaba la hora mas larga de mi vida, mientras suplicaba que el revólver oxidado aun funcionara, para otorgarme la dicha de un pasaje de ida…
Lo desvestí de los últimos vestigios de carne, lo acurruqué en el buzo de lana negro que dejó olvidado la tarde que se fue, un par de años antes de ser asesinada…
Y descubrí, que bajo las cuencas, bajo la mandíbula superior ,existía
una suerte de conducto, un orificio por el cual su cerebro llenó de
nervios, de espina dorsal al cuerpo durante toda su respiración…
Calculé el tamaño… tomé mi pene flácido, impotente, y oriné
dentro… ¿Qué mas podía hacerte amor mío, que no fuera orinarte? El
esperma lejano rió… la boca sedienta de semen, pareció
materializarse…
Y bebí de ti, bebí tus ideas, disueltas en mi urea, sanguinolenta por mi cáncer de próstata escribí todo esto, para introducirlo dentro también. Para que cuando la bala y yo partamos a tu encuentro, con suerte también se parta esa jaula que no supo contener tus ideas… y ellos: los señores de los titulares grandes, los señores de los expedientes largos, intenten comprender…
FIN.
Tomado del Libro: VOMITO DE SANGRE: Cuentos de puro horror. Poesía oscura. © by Gerardo Bloomerfield©, Montevideo, URUGUAY, setiembre de 2000 ISBN: 9974-39-254-3