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    Agujeros en las paredes

    Agujeros en las Paredes

    Al principio no dio mayor importancia a los agujeros. Serán los ratones, pensó. Tenia bastantes problemas en mente como para preocuparse por los redondeles que estaban apareciendo por toda la casa. El primero que vio lo tapó con masilla pero pronto se hicieron tan frecuentes que se acostumbró a ellos. Otro problema mas para la lista de espera que era su cabeza.

    Juan llevaba una vida de trabajo muy agitada, sin tiempo para nada, siempre corriendo de un lado para otro. Eso le había ocasionado graves problemas de salud y sus ataques de lumbalgia eran cada vez mas frecuentes. Le daba un garrotazo y se quedaba como paralizado, respirando lentamente, hasta que poco a poco recuperaba el movimiento.

    El médico le había dicho que si mantenía ese ritmo de vida no había solución, que las medicinas no harían nada. Y así seguía un día tras otro, trabajando duro para llegar a un puesto donde tuviera que trabajar aun mas duro.

    Un día le pareció ver al causante de los agujeros. Vio un extremo del extraño animal escurriéndose dentro de la pared, una pared donde podría jurar, momentos antes no había ningún hueco por donde escurrirse.

    Definitivamente no era un ratón como se había estado diciendo a si mismo durante tanto tiempo, no parecía ningún animal que él hubiera visto antes. Un sábado llegó a casa por la noche. Le apetecía darse un baño así que lleno la bañera y se metió dentro a relajarse. Pronto quedó dormido, amodorrado por el vapor y el agua caliente. Súbitamente despertó, inquieto, sintiendo frío. Tardó unos segundos en relacionar el que la bañera estuviera vacía con el viscoso animal que pululaba por su piso. Su cuerpo seguía mojado así que no podía haber pasado mucho tiempo desde que el agua se escurriera. ¿ Por donde ?- era la pregunta.

    No tardo en descubrirlo, junto a su pie izquierdo había un boquete de dos centímetros y en el lado contrario otro igual que el anterior. Y el gusano no se había andado con bromas. En la planta de su pie tenía una muesca, circular, que curiosamente seguía la trayectoria de los agujeros. Aquello comenzaba a ser peligroso. Tenía que poner solución, aplastar al animal: el domingo seria el día de la cacería.

    Despertó intranquilo y sin esperar un momento comenzó la persecución.

    Vació el salón de muebles para tener una mejor visión de toda la habitación.

    Encontró un mazo en el trastero y junto a este se sentó en mitad del salón a esperar. A mediodía comenzó a sentirse ridículo, allí, tumbado sobre el parquet, esperando al-gusano-que-come-paredes que mas parecía un ser de novela que la realidad, que a lo mejor no aparecía por esa habitación en el resto de su vida, o que quizá se había cansado de el y se había ido a amargarle la existencia a otra persona.

    Y entonces apareció. Estaba en el otro extremo de la habitación. Había surgido como por arte de magia pero detrás suyo estaba el inevitable agujero que explicaba su repentina presencia. Parecía una gran oruga procesionaria, cubierta de pelos, encorvándose y expandiéndose, siempre en linea recta. Juan no sabía si le vería pero para evitar complicaciones decidió saltar rápidamente sobre ella y chafarla, antes de que pudiera verle y dar media vuelta. Al ir a levantarse notó un agudo dolor en todo el cuerpo. La incómoda posición había hecho efecto sobre su lumbago y ahora no podía moverse. Cuanto mas esfuerzo hacía mas le dolía con lo que las órdenes de su cerebro llegaban distorsionadas a las piernas. Y el gusano se dirigía hacia él, con lento discurrir, ganando centímetro a centímetro, sin prisa.

    Entre el dolor tuvo una leve intuición del peligro que corría. Si tan solo alcanzara el mazo… Pero lo había dejado apoyado a un par de metros suyo, no conseguía alcanzarlo. El miedo le forzó a mover una de sus piernas, consiguiendo poner la suela del zapato en la trayectoria que la oruga seguía hacia su cuerpo.

    Ya estaba cerca, si no lograba moverse el gusano le atravesaría, aunque quizá la suela del zapato le protegería. Ese animal que estaba ante el era un gusano atraviesa paredes y no atraviesa zapatos. ¡Que tonto había sido!, el caucho no lo podría atravesar. Su mente comenzaba a desvariar. ¿Qué estaba ocurriendo? , ¿Era un sueño?. No podía ser verdad, esos seres solo existían en las historias. Y el, un todopoderoso ejecutivo se preocupaba por un simple animal que seguramente solo estaría en su imaginación.

    Tomaría unas vacaciones, eso era lo que le hacía falta. Seguiría la recomendación de su médico y estaría alejado del trabajo. Seguro que a la vuelta ya no había ningún gusano en su casa y que los agujeros habían desaparecido.

    El dolor le hizo pegar un salto poniéndose de esa manera fuera del camino de la oruga. Al menos eso era lo que el creía . Fue la sangre que manaba de su talón lo que le hizo reaccionar. En la suela del zapato había uno de los ya habituales agujeros que tan bien conocía.

    Que curioso - pensó entre la bruma de la inconsciencia- ahora ya aparecen hasta en los zapatos. Y se sumergió en el caos de la noche.

    Dentro de la pierna el gusano seguía su camino, hacia arriba, siempre recto, sin parar.

    Ramón Aragüés Peleato 1993

    Publicación November 13, 2020
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