CÍRCULO
Avancé desesperadamente abriéndome paso entre lápidas y raíces, la noche ha caído, la niebla desciende impasible posándose sobre la húmeda tierra de este lugar situado junto a un acantilado, el sonido de las olas golpeando, luchando contra las rocas me sobrecoge, la situación no puede ser peor, me encuentro -no se por qué- en medio de un camposanto sin salida, un lugar interminable, sí, veo la boca, pero no puedo alcanzarla, no llego, me tropiezo, me levanto, busco la luz, y gracias a dios que la Luna, amiga siempre, me ilumina el camino, pero, ¿qué camino?, avanzo, pero no progreso, estoy exhausto, mas no puedo detenerme.
El constante sonido del ir y venir de las olas golpeando contra el acantilado se ve, de vez en cuando, roto por el sordo e insoportable martilleo de la verja de entrada, sí, aquella que jamás podré alcanzar, aquella que veo, pero nunca llegaré a atravesar, estoy atrapado, atrapado en no sé donde. El viento acechando violentamente las pocas hojas de los cuatro árboles que se ven en mi camino me estremece, siento pavor cuando caen al suelo y golpean mi hombro, noto el dolor, un dolor que a modo de terror, recorre todos los nervios de mi cuerpo.
Estoy aterrorizado, siento que me observan, es como un escalofrío que te sobrecoge por completo, no me atrevo a mirar atrás, dios mío, ¿por qué me has transportado a esta situación?, siento que algo se acerca, pero, no se que hacer, ¿girar mi rostro y descubrirle? o salir corriendo a no se donde. Las gotas de sudor descienden desde mis sienes y se introducen, cual tren en un túnel, por el cuello de mi húmeda camisa. Lo que no puedo hacer es quedarme paralizado, eso no, tengo que correr o girarme y afrontar lo que venga, pero me es imposible, mi cuerpo se ve quieto, paralizado por los fuertes latidos que produce mi corazón, estoy confuso, las venas me van a explotar, no puedo bombear más rápido, pero ¿qué hago? No puedo quedarme así, no puedo detenerme y no moverme, debo girar mi rostro, mas, lo juro, no puedo, me es imposible, joder, voy a morir, morir de una manera estúpida, morir en manos de un ser al que nunca habré podido ver.
No puedo seguir pensando más, lo siento, mi mente se ve paralizada, mi corazón ha tomado el mando en todo mi ser, ya no soy yo, ya no soy Robert Evol, hasta siempre, me has ganado cabrón, aquí me tienes, ven y atácame, devórame por la espalda, salta a mi cuello y acaba conmigo, no puedo moverme, me es imposible, no puedo seguir, adiós.
Las nubes grises cubren casi por completo la Luna, de pronto, la oscuridad se apodera de todo el lugar, el silencio calla repentinamente todo sonido, las olas se detienen respetuosamente, el viento pide perdón con un ligero silbido y enmudece, los cuervos alzan el vuelo y desaparecen entre la espesa niebla, el silencio se ha apoderado de todo el cementerio.
-Joder, ello se acerca, se acerca poco a poco, le tengo muy cerca, ya no puedo correr, mis pies me pesan, ya no puedo girarme, no tengo cuello. Las hojas marrones depositadas en el suelo, y que, a modo de una vetusta alfombra, recorre todos los caminos, crujen a su paso, le siento, está cerca, me percato de que no escucho -a pesar del inmenso y ruidoso silencio que lo invade todo- su respiración, no vive, ¿qué será?, pronto lo averiguaré, pronto me atrapará, me agarrará, y me despedazará en mil cachos, las grises tumbas que siembran este camposanto se teñirán a juego de las rosas marchitas que hay en sus agrietados jarrones, se teñirán de rojo, de sangre, de líquido vital.
-Miau.
-¿Como?, no puede ser, ¿miau?, desde cuando las bestias de la noche
dicen “miau”, joder, -una oleada de alivio invade cada célula de mi
cuerpo, siento como mis agarrotados músculos reaccionan, puedo girarme.
-Un simple gato, un peludo, bigotudo, sucio y pequeño minino,
jajajajaja, un gato, es sólo un gato, Dios mío, no puedo imaginarme
como este ser orejudo me ha echo sudar tanto terror, me ha podido
estremecer de esta manera.
Todo, cual hechizo que se rompe en un impulso, vuelve a su estado de arisca normalidad, la Luna ha vencido a las nubes, el viento ha perdido todo su respeto y vuelve a desafiar a las criaturas de la noche con sus constantes e intercalados sonidos, las olas regresan a luchar en su particular cruzada contra el acantilado, las hojas piden permiso para poder caer, poder desprenderse de su padre milenario y bajar desafiando a la impasible gravedad.
-Un gato, tú me has echo pasar este mal trago, corre, ven aquí bonito, doy gracias al que dirige todo esto por haber sido tú y no un, un, joder no sé, ¿un monstruo?, ¿un vampiro?, ¿un ser que ronda los cementerios?, ¿un ser como yo?
El gato desconfiado observa desde la distancia las tonterías y gestos que el humano le ofrece con unas intenciones algo confusas, los ojos dilatados de felino le transmiten que no tiene que ser bueno, el gato retrocede y se aleja perdiéndose entre las sepulturas, entre las cruces de hierro enroñecidas, podridas como este lugar, entre las lápidas de cemento, frías como la noche que ha caído.
-Vaya pena, con lo bonito que era este gato, negro, oscuro como mis pensamientos, oscuro como la nube de confusión que me invade, pero con unos ojos que rompen todo lo tétrico de este lugar, unos ojos azules, puros, que destacan entre la negrura de sus dilatadas pupilas y la oscuridad de su largo pelo. Estoy seguro que lo volveré a ver, lo que más me sorprendió fueron sus gestos, nada propios de un felino, de un animal, me extrañó desde un principio que no dejase de mirar mis ojos, que su mirada y la mía se hubieran unido en una sola, es como si me quisiera decir algo, algo que sería imposible descifrar, siento que este solitario ser, oscuro y con los ojitos azules haya desaparecido en la profundidad de la noche. Aunque presiento que no será la última vez que nos crucemos, presiento que voy a estar aquí, embutido en este macabro y loco laberinto sin fin durante mucho tiempo, quien sabe, igual durante toda una eternidad.
Bueno, el tiempo pasa, recorro los pasillos, piso la verde hierba que asciende, alimentada por el único abono que proporciona la carne de los cuerpos enterrados bajo ella. Y es que no se como puede ser, pero llevo horas y horas recorriendo los mismos lugares, avanzando hacia la verja, siento una leve progresión, siento que me voy acercando a ella, pero me parece que es un simple espejismo, siento que nunca podré salir de éste lúgubre, de éste tétrico lugar.
Estoy exhausto, no puedo caminar más, me detengo en frente de un panteón imponente, alto, sostenido por unas regias y austeras columnas estilo renancentista, y en todo lo alto coronando cada esquina del tejado una gárgola pequeña, cada una completamente diferente al resto, parece ser que son de cemento y que la que está más alejada se puede observar que sobresale una pequeña barra de hierro forjado, es la que peor estado de conservación guarda, está agrietada, pedazos desprendidos, pedazos que permanecen colgando sujetados solamente un pequeño hilo de tela de araña.
Bueno, no es el lugar más apropiado para tumbarse y descansar, pero es que no puedo seguir caminando, tampoco puedo abandonar este sitio, joder, no es tan fácil, yo intento huir de este asqueroso, tétrico y solitario purgatorio, pero solamente consigo angustiarme más.
Me tumbo a los pies del imponente edificio de ladrillo y cemento, algo viejo, algo mal cuidado, pero no deja de poseer esos aires de grandeza que lo hace destacar del resto, y estoy seguro que son esas cuatro gárgolas, bueno, tres y media, porque una está bastante desmejorada, bastante muerta, las que hacen hacer este sitio diferente al resto.
La tierra sobre la que me acuesto está húmeda, oscura, mezclada con bastantes piedras, que gracias a dios no noto ya que la hierba que crece desafiante me sirve de vegetal colchón, el caso es que me es imposible cerrar los ojos, el caso es no paro de pensar en ese gato negro, ese gato con la mirada del color del mar, del color del cielo, siento que me ha estado siguiendo, siento que él tiene la respuesta a este acertijo macabro. Permanezco aquí tumbado, esperando a que se vuelva a acercar, esperando a que vuelva a observarme, vuelvan sus pupilas a clavarse en las mías y permanezcamos así durante un buen rato, durante toda una eternidad.
-Miau.
-Hombre, el minino, has regresado, acabaré llevándote a casa y
cogiéndote cariño, te has convertido en el único ser con quien “hablo”
en este triste lugar, el único ser con quien puedo intercambiar gestos,
expresiones.
-Hola gatito lindo, no tengas miedo, ven bonito, ven.
-Miau
El gato está a unos diez metros de Robert, situado sobre una pequeña tumba y delante de una gran cruz de hierro muy ornamental, oscura como él, enroñecida como todo este lugar, quebrada como sus esperanzas de salir de este camposanto.
Me incorporo e intento avanzar muy despacio hacia el minino que permanece quieto, observante, atento a todo gesto que hago.
De repente, y como si estuviera ya escrito en un libro, todo se nubla, el silencio y la quietud vuelven a invadir todo el lugar, ese clima de inquietud que ya experimenté hace unas horas vuelve a germinar, vuelve a florecer. Pero ahora todo es diferente, el gato no se retira, parece ser que no quiere marcharse, parece ser que he conseguido quitarle esos demonios de intranquilidad y desconfianza que revoloteaban por su chiquita y complicada mente felina.
Le tengo solo a un metro, y parece ser que no tiene intenciones de largarse, es más, siento que su gargantita empieza a ronronear, y, aunque yo no sepa mucho de gatos, es síntoma de afecto, de encontrarse a gusto.
Eso me reconforta.
Lentamente alzo la mano e intento tocarlo, acariciarlo, intento transmitir todo mi afecto al único ser que parece ser que puedo entenderme con él en este lugar.
-Bisi bisi bis, bonito, lindo minino, ven, no te haré daño, no podría.
El gato cede a las caricias del extraño, adelanta una patita como gesto de confianza.
-Bueno, parece ser que este lugar no es tan tétrico o lúgubre si hay un solo ser que se presta a comprenderme, a compartir unas caricias, unos gestos simples pero llenos de intensidad y afecto.
-Te llamaré Silvestre, sí como el personaje de los dibujos animados, como ese gato que siempre cuando le veía me ponía de buen humor y siempre conseguía romper mi rostro triste y tornar en mi faz un tono alegre, o por lo menos normal, este gato al que siempre todo le sale mal, al que su vida es un completo calvario, un gato oscuro como tú, un gato andrajoso como tú, un gato, al fin y al cabo triste como tú, un gato desconfiado, bueno, eso como todos los tuyos, en fin, te llamaré Silvestre, Silvestre el gato del cementerio.
-Al parecer ya he echo un amigo, esto es bueno, tengo el presentimiento de que voy a permanecer bastante tiempo aquí encerrado, y el caso, es que no se ni donde estoy, ni como he podido llegar aquí y mucho menos quién me ha mandado, quién me ha recluido en esta prisión sin rejas ni carcelero.
-Bueno gatito, espero que nos veamos pronto, espero que te cruces de nuevo en mi camino, me das buena estrella.
-Yo también lo espero amigo Robert, yo también espero cruzarme de nuevo pronto contigo, y si tengo apetito devorarte sin pestañear, arrancar todas tus extremidades sin compasión.
-¿Cómo? ¡Quién coño eres!, dime, ¡descúbrete demonio!, ¡descúbrete hijo de perra!, tú no eres un gato, ¡tú eres el mismísimo Satanás!, descúbrete cabrón, no juegues más conmigo, no te burles más de mí.
-¿Sabes quien soy yo? Yo soy tú, y espero algún día acabar conmigo, o lo que es lo mismo, contigo. Agacharé mis orejitas, erizaré todo mi bello, y me abalanzaré contra ti, sin compasión, te desangraré, romperé todos tus capilares, todos los vasos que transportan ese líquido rojo, ese líquido símbolo de vida y símbolo de muerte, acabaré con tus latidos, acabaré con tu consciencia, acabaré con tus esperanzas, acabaré con tu calvario. Pondré fin a tu muerte viva amigo mío.
-¡No puede ser, tu no eres yo, tu eres un puto ser de la noche, una puta pesadilla, todo esto es una puta pesadilla, todo esto es falso, la Luna es falsa, el viento que sopla no es verdadero, la hierba no tiene vida, tu eres producto de mi imaginación, como todo este lugar!
-Piénsalo así amigo Robert, pero dime una cosa, la sangre que emanan al son de tus latidos las venas de tus muñecas, ¿es falsa también?, dímelo, ¿es falsa?, te lo voy a decir yo, esa sangre es tan real, tan pura como todo este lugar.
-Dios mío, joderrrr, no puede ser, me desangro, no puede ser, por un lado quiero morir para salir de esta eterna pesadilla, pero por otro quiero vivir, quiero seguir desafiando a estos demonios, quiero demostrarles que soy más fuerte que ellos, que nunca conseguirán abatirme, que estos seres que me hacen ser tan infeliz nunca, repito, nunca se saldrán con la suya.
-Pero el caso es que ya estoy aburrido de luchar, aburrido de seguir levantándome, de seguir curando mis heridas, de enfrentarme con seres eternos, con seres creadores y destructores de vida.
-Pero hoy no quiero que sea mi fin, yo quiero seguir luchando, quiero salir de este infierno particular, quiero volverme a levantar, hoy Silvestre, hoy no será la fecha de mi muerte, hoy no quiero acompañar a los que rondan, a los que habitan este lugar tranquilo e intranquilo a la vez, este lugar oscuro y luminoso a la vez, este lugar muerto y vivo a la vez…
Avanzo de nuevo hacia la salida, mis muñecas no dejan de gotear líquido, cada vez me siento más débil, cada vez avanzo más lento, me arrastro desesperadamente hacia la única salida, avanzo con rabia, la misma que me produce el no poder ser el propio creador de mi destino, avanzo con dolor, el mismo dolor de mi corazón, que me quiere seguir dando vida, y que alguien me la está arrebatando, y la impotencia que me produce el saber que jamás podré alcanzar la salida, que nunca podré cruzar el umbral de la puerta enrojecida, ya no se si por el hierro podrido o por la sangre que emana, que aflora de mi piel.
Y Silvestre, gato tranquilo, se ha quedado donde estaba, sobre la
lápida, sobre una lápida donde hay escrito
Robert Evol, 15-4-78 -
Hoy, D.E.P.
-No conseguirás acabar conmigo, no puedo acabar así conmigo, no puedes asesinarme, no puedo suicidarme, no puedes ser yo, no puedes, porque yo no quiero, ¡no quiero!, pero yo no soy el que rige mi destino, yo solo soy un ficha en la partida de un ser superior, una ficha condenada a caer desde un precipicio y permanecer en el aire, esperando el golpe final, esperando mi liberación, esperando toda una vida, toda una eternidad.
-Por fin, veo la verja cada vez más cerca, parece que avanzo, también parece que mi camisa blanca, amarillenta por el sudor, con cuadros azules y verdes, se ha teñido toda de sangre, de rojo, se ha teñido de dolor, de incomprensión, de frustración, de terror, de ansia de paz, de asco por uno mismo.
-Buff, aliviado me siento al saber que estoy frente a la verja, frente a una puerta que me dará la liberación eterna, poca sangre recorre ya mi cuerpo, toda ha caído al suelo, toda derramada, toda servirá de alimento a las flores, a los insectos que campan por este campo, que lo único que puede decirse que tiene de santo serían las quebradas, las agrietadas cruces, vencidas, rotas, destrozadas por el único demonio que existe, por el demonio del tiempo.
Alzo mi mano derecha, mi extremidad que casi ya no siento, solo veo una tenue niebla, solo escucho un hilo de dolor, un silbido, solo huelo la muerte, solo siento mis débiles latidos, todo esto acaba, mi existencia toca a su fin.
Espero tener fuerzas para poder abrir la verja forjada y salir de este calvario, poder recuperarme y seguir viviendo mi otro calvario particular, pero creo que ya no me queda líquido vital, ya mis pocas fuerzas las estoy derrochando en intentar saber el por qué de mi cruel vida.
Consigo levantar mi brazo y acercarlo a los barrotes de la puerta, pero el caso es que no puedo, me es imposible agarrarlos, no puedo cogerlos, a pesar de verlos no existen, pero el caso, aunque no puedo palparlos, tampoco puedo atravesar esta cruz.
Ya no tengo fuerzas, la muerte ya me ha tomado, mis párpados se están cerrando, pronto la oscuridad, la nada me invadirá, pronto descenderán aquellos seres de la noche, aquellos cuervos a devorarme, solo espero contagiarles mi infelicidad, mi espanto particular, mi odio por mí mismo, que se convertirá en su odio por sí mismo, pero no puede ser, son solo animales, no sienten como los humanos, les envidio, acabarán conmigo, por su mente solo andará la idea de que soy un pedazo de carne más, que soy su alimento, blanco, sin vida, putrefacto dentro de unas pocas horas, un cuerpo maloliente.
-Adiós Silvestre, al final no se si tú acabaste conmigo, yo acabé conmigo, o fuimos los dos los que acabamos con nosotros. Adiós gatito, cuida de mi morada para toda la eternidad, destroza, despedaza las flores que puedan depositarme en el típico jarrón agrietado en un futuro, no quiero tener cerca mío ningún símbolo de vida que me atormente, que me pueda llegar a contagiar otra vez las ganas de vivir.
Mi corazón ha dejado de latir, justo en frente de la salida de este infierno, de la salida que no pude ni siquiera tocar, que no se me permitía palpar, notar, ni siquiera percibir, mi temblorosa mano solo podía atravesarlo, cruzar, arrancar sin tocar los delgados barrotes de la entrada, mas no podía seguirle todo mi cuerpo, no me permitían, nunca me dejaron salir de este cementerio.
-¿Habrá llegado ya mi libertad eterna? O simplemente será el principio de otro nuevo calvario particular, creo que los dioses todavía no se han divertido lo suficientemente conmigo para dejar reposar tranquila mi alma.
¡¡¡¡RRRRRIIIIIIIIIIIINNNNNNNNNNGGGGGGGGGGGGGGGGG!!!!
-El despertador, bufff, vaya sueño, joderrrr, que mal lo he pasado, tengo toda la camiseta sudada, mis sienes están palpitando, mi corazón no puede bombear más fuerte.
Alzo mi mano para apagar el molesto, ruidoso zumbido mortal del despertador, y otra vez el terror vuelve a invadir mi cuerpo, un terror en forma de nube gris se apodera de todo mi ser, no puedo tocarlo, no puedo apagar el reloj, no me dejan apagarlo, dios mío, cuando acabará esta pesadilla, cuando me permitirás descansar en paz.
¿ FIN ?