CONFESIÓN
Autor: Edgar Román.
-“Padre, quiero confesarme.”
La voz sonó tan cansada, como si la estuviera escuchando desde una gran
distancia, se acomodo en su asiento y se aclaro la voz.
-“Si, dime hijo, te escucho.”
-“Es que no se como empezar.”
Ya no había duda, tantos años de clérigo le habían enseñado a distinguir las voces y sabia que en esta había arrepentimiento, eso le hacia mas fácil el trabajo. Acerco su rostro hacia la malla obscura y cerro los ojos.
-“Empieza por lo primero que te llegue a la cabeza, lo demás ira
tomando forma conforme avancemos, no te apures, Dios tiene todo el
tiempo del mundo.”
-“He matado.” -dijo después de un largo silencio.-
el rosario se le escapo de entre las manos y se agacho a recogerlo,
regreso a su lugar.
-“¿cómo has dicho?”.
-“Si padre, he venido a confesar que he matado.”
Estudio su cubículo buscando con que defenderse, se le dificultaba
respirar y por primera vez tubo un sentimiento claustrofóbico de estar
allí entre el cedro y la malla.
-“¿Padre, esta usted allí?
-“Si, si hijo.” -trago saliva- “estoy aquí escuchando.”
-“¿Usted cree que Dios me perdone?”
-“la justicia divina es incuestionable, pero también es cierto que Dios
siempre perdona a quienes se arrepienten de corazón.”
-“Yo, yo me arrepiento de corazón.”
-“Entonces Dios te perdona.”
-“¿Usted cree?.”
-“Si.”
-“No tengo descanso, cada día que pasa no hago mas que pensar en ello,
los recuerdos no me dejan en paz, por todos lados veo sangre, ¡oh
padre, es horrible!”.
-“Calma hijo, calma y serenidad, el descanso vendrá ahora que has
confesado tu pecado.”
-“Es que usted no sabe, sus ojos, me miraban después de muerto, cierro
mis ojos y los veo, allí están, en todos lados y la piel tan fría.”
-titubeo un instante- “Yo ya no se hasta cuando voy a soportar seguir
viviendo así, la verdad es que esto no es vida, me despierto llorando,
camino entre las sombras y siempre pasa igual.”
-“¿Qué es lo que siempre pasa igual?”
-“Ese hombre recargado contra el poste, ha veces esta borracho, ha
veces no, hay veces que no es un hombre y es una mujer, de todos modos
todo pasa igual.”
-No hijo mío, nada pasa igual, todo sucede en tu cabeza, ahora que has
buscado la verdad infinita del Señor veras como todas esas pesadillas
te dejan en paz, ahora conocerás otra vida, ten paciencia y calma hijo
mío.”
-“Ya no puedo mas, padre ya no puedo.”
-“Yo se, yo se que tu arrepentimiento es sincero, dime hijo mío, ¿A
sido en defensa propia?
-“¿Como padre?”.
-“¿Tu vida estuvo en peligro cuando mataste?”.
-“Si padre, si no moría el, moría yo.”
-“Ya veo.”
-“Siempre ha sido igual, hay algo muy adentro que obliga a luchar por
sobrevivir, por matar antes de dejarse morir.”
-“Yo se que Dios te perdonara, tu arrepentimiento es sincero, deja de
atormentarte, recordar no te va a llevar a ningún lado, de cualquier
manera tienes que buscar el perdón de los hombres también, tienes que
ir a la policía.”
-“Eso no lo puedo hacer.”
-“Claro que puedes hijo mío, tu me has dicho que fue en defensa propia,
ellos entenderán como yo y te perdonaran también.”
-“No padre, ellos nunca entenderán.”
-“Pero siempre quedan huellas, maneras de probar que hubo una lucha
donde tu vida estuvo en peligro.”
-“No padre, no ha quedado nada, nunca queda nada.”
El silencio es largo.
-“¿Padre?.”
-“Dime hijo.”
-“¿Dios me ha perdonado?”.
-“Si, pero los hombre no.”
-“Yo solo buscaba el perdón de Dios.”
-“¿Por qué?
-“Por que Dios es eterno.”
-“¿Y eso que?, ¿Acaso no eres mortal como los demás humanos?”
-“No padre, un hombre que vive de la sangre de los demás vive por
siempre.”
Aferró su rosario con fuerza y se levanto tan rápido como pudo, salió de su cubículo y se detuvo frente a la cortina obscura del confesionario, lo dudo un segundo y después corrió la cortina, el cubículo contiguo estaba vació.
Fin.