El Choque
Por: Patricia
e-mail: albena@arrakis.es
Cuando cumplí 18 años, mis padres me regalaron un coche. No era gran cosa, pero a mí me hizo mucha ilusión. Tanta, que decidí probarlo esa misma noche, y aunque no tenía permiso de conducir invité a mis tres mejores amigas a un concierto que hacían en una ciudad al lado de nuestro pueblo.
Ellas no estaban muy convencidas, porque no se fiaban de mi maestría al volante, pero al final, prácticamente las obligué. El concierto no fue gran cosa, pero la experiencia de viajar solas, por la noche y sin permiso permiso era lo que realmente nos apasionaba.
Sin embargo, quizá debido a mi inexperiencia al volante, a la mala suerte, o a lo mejor el destino, a la vuelta del concierto tuvimos un accidente. No os podéis imaginar la sensación que se siente cuando comienzas a dar vueltas de campana. Sandra gritaba como una loca, pero Lucía y Ana no decían absolutamente nada.
Caímos por un precipicio de unos 20 metros, al que llaman el barranco del susto, aunque el que le puso el nombre hubiera hecho mejor llamándolo barranco del terror, ya que la experiencia es horrible. Cuando me desperté, vi que estaba fuera del coche, así que supuse que había salido despedida. Conseguí levantarme fácilmente y me dirigí al auto, que estaba a unos metros de mí, torcido y grotesco. El poder caminar me extrañó bastante, ya que suponía que después de tener un accidente de tal envergadura por fuerza tenía que dolerme algo.
Pero no.
Cuando llegué al coche me puse a gritar como una loca: Sandra estaba medio degollada, a Lucia le salía un chorro de sangre de la cabeza, y Ana tenía la cara medio despellejada. Estaban agonizando y sólo Sandra dijo unas palabras: Puta, nos la pagarás. Después cerró los ojos. En ese mismo momento, vi luces que venían de la carretera, y comencé a gritar pidiendo ayuda.
Han pasado tres meses, y cada vez me siento peor. He descubierto que, aunque aparentemente a mí no me pasó nada en realidad yo fuí la que murió primero, pero por alguna extraña razón mi alma no se separó de mi cuerpo. No me late el corazón, y aunque como y bebo con normalidad tengo que vomitarlo inmediatamente porque mi cuerpo no lo tolera. Es cuestión de tiempo que mis padres se den cuenta de que soy una muerta en vida, y no quiero ni pensar qué harán conmigo en cuanto lo descubran.
Por otra parte, no quiero morirme, porque mis tres amigas se me aparecen cada noche delante de mi cama, con la apariencia que les quedó el día del accidente, y no hacen mas que jurarme que cuando muera, me arrastrarán hasta el infierno y me torturarán durante toda la eternidad. Creo que estoy a punto de enloquecer.
FIN.