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    La Condena

    Por Maximiliano Ferzzola (MadMax)

    I

    Ahí entra ella, lo sé, la escucho… la presiento.
    Cierro los ojos, me hago el dormido. Se acerca lentamente, y yo… víctima, inocente e inconsciente, quedo inmóvil. Se sienta a mi lado, la cama se hunde y mi cuerpo toca suavemente el suyo, su calor me estremece.
    Me mira, siento sus ojos clavarse en mi ser y esa mirada me daña el alma destruida por el pasado. Su tierna mano toca mi frente y nuevamente me estremezco.

    Pero solo me aterrorizo cuando escucho su dulce voz maternal decir:
    -despierta, mi amor, se te hace tarde para la escuela… Ya te tengo el desayuno listo… chocolatada… tu favorita…

    Era un martirio, ¿porqué tenía que ser tan amable? ¿Cuándo acabará este suplicio?… ¡AHORA!, esto debe terminar ¡AHORA! Debe morir, aunque me condene nuevamente…

    Y así, Sr. Juez, la ira y el afán de ser libre me cegó. De un ágil salto me reincorporé, tomé el adornito de la mesa de luz, ese angelito de alas extendidas que ella había puesto ahí para que me protegiera. Y una y otra vez la inocencia de aquel adorno se tiñó de rojo contra la cabeza de mi madre. Nunca olvidaré su cara, Sr. Juez, mezcla de dolor y sorpresa, y lo peor, es que no se defendió, ella sólo dejó que el angelical ala se clavara repetidas veces en su cabeza, sin inmutarse, sólo me miraba a los ojos, como preguntando el porqué. Cuando reaccioné, yo estaba cubierto de sangre, de la sangre de mi sangre, y ella tendida sobre la cama con el cráneo abierto y sus sesos desparramados por toda la habitación. Y esa imagen me enloqueció, pense en mi futuro… ¿qué seria de un niño de 10 años sin madre? ¿Qué dispondría la justicia de mí? Demasiadas preguntas y la única respuesta era la muerte. Y el por eso de esta carta Sr. Juez, le quiero contar mi historia, tal vez en busca de perdón o tal vez sólo porque necesite hacerlo, tómelo como una advertencia, en su trabajo siempre hay oportunidades para hacer lo peor.

    Usted me conoce como Jonathan, pero mi verdadero nombre es Frank Dream, si… yo sé que suena complicado, pero siga leyendo y lo comprenderá. Yo era un asesino a sueldo, trabajaba Freelance como se dice, pero generalmente era la mafia la que me contrataba, le dejo estos papeles que detallan sus manejos corruptos, no voy a ser el único que caiga, después de todo ellos tienen parte de la culpa de que yo me encuentre en esta posición. Como le decía, yo era Frank Dream, y trabajaba como asesino, puede chequear sus archivos, y verá que esa persona existió y que además tenía antecedentes policiales. Cierto día recibo un llamado de Robert Belushi, algo así como el padrino de la mafia de este olvidado costado del mundo. Tenía un trabajito para mí y quería que fuera a su oficina para darme los detalles. Recuerdo ese día, por que fue uno de los más calurosos de 1988, y el aire acondicionado de mi auto no andaba, así que llegué todo sudado a mi cita y Belushi hizo un gracioso comentario al respecto. Me dejó refrescarme en su baño y luego me contó la misión.

    Parece ser, que había un grupo de ciudadanos, los cuales se hacían llamar Los vigilantes que cansados del trato que sufrían por parte de la mafia y con el apoyo de la policía, estaban molestando a mi jefe. La situación era grave, ya habían confiscado un par de cargamentos de armas, armas que ahora eran usadas contra sus dueños originales, lograron hackear la computadora del contador de la cosa nostra e iban a utilizar esa data en los jurados, habían logrado despachar varios integrantes importantes de la organización, y por lo visto no iban a detenerse hasta acabar de raíces con la entidad que presidía Robert Belushi. Mi misión era acabar con la existencia del líder de Los vigilantes Jonathan Swamp y dar ejemplo de lo que era capaz de hacer la mafia para acabar con las molestias. Esperé hasta la noche y partí hacia la casa de Jonathan Swamp.

    II

    Luego de acabar con mi objetivo, me recuerdo colgado de cadenas hirvientes, que llagaban mis muñecas, totalmente desnudo y con heridas que supuraban un líquido negro y viscoso. Un insoportable dolor en lo más profundo de mi ser me hacía imposible descansar en esa estancia con paredes de fuego de las que se desprendían alaridos que taladraban mi mente, estaba rodeado por personas empaladas por el ano que todavía conservaban su consciencia, me miraban y extendían sus brazos en señal de ayuda. El piso completamente inundado de gusanos, sangre y visceras se movía de un lado a otro tragando a aquellos que atrevieran pisarlo.

    Mas allá había una especie de piscina llena de escorpiones, arañas, víboras y hormigas y en medio de toda esa fauna un humano suplicando por perdón. Pero eso no era nada, lo que realmente me aterrorizaba era esa figura en el medio de la habitación, con cara como de gato como de cabra, que sentada en su trono de huesos humanos me miro, como examinándome por un tiempo infinito, semanas, meses, años ¿quién podría decirlo? Su cara reflejaba sabiduría, odio, aburrimiento, ira todo al mismo tiempo y no me sacaba los ojos de encima. Yo inmerso en un éxtasis entre locura y cordura, del que no moría, pero creí morir varias veces, creí estar mas loco que nadie, creí ver a mis peores miedos tatuados en la piel, creí que esto era para siempre, creí que este era el fin, pero… tal vez 20 años después la criatura habló, y su voz me hizo recobrar parcialmente la cordura como para escucharla.

    -Cuéntame tu historia y tal vez… solo tal vez, te dé otra oportunidad. Cuéntame como te has condenado.

    Entonces narre con lujo de detalles, como maté aquella vez a esos tres vagabundos sólo porque me pidieron una moneda en un mal día, le conté acerca de las mil muertes que ocasionó mi bomba en el congreso y como me deshice de aquel policía torturándolo por tres días porque no tenía otra cosa que hacer. ÉL parecía disfrutarlo, y entre nosotros Sr. Juez YO tambien. Y así seguí y seguí y seguí, tal vez otros tres años, hasta llegar a la fatal noche en la que perdí la vida. Y en esto seré mas detallado para con Ud. Sr. Juez, ya que es de vital importancia para entender mi historia y mi suplicio.

    III

    La tarde del 5 de enero de 1988 me había llamado Robert Belushi, como ya le había comentado al principio de esta carta, para exterminar una molestia, Jonathan Swamp. Por lo tanto a la noche ya me encontraba apostado frente a la residencia Swamp vigilando sus movimientos.

    Primero salió la esposa de Jonathan, Jenifer Swamp, a comprar cigarrillos y mientras ella no estaba, llegó su hijo adolescente, Frank Swamp, con unos amigos; al cabo de media hora regresó Jenifer y 5 minutos después los amigos de Frank se van. Jenifer se pone a cocinar un rico asado al horno, y unos 20 minutos después llega Jonathan. La familia estaba unida, era el momento perfecto…

    Silenciosamente me deslicé por su jardín, la oscuridad de aquella noche me hizo mucho más fácil la labor. Observé por la ventana unos minutos mientras comían y sin más, apunté mi automática al pecho de Frank, y sólo tuve que apretar el gatillo para ver como el pequeño se desplomaba de su silla dejando un río de sangre sobre su plato de asado. Lo demás sucedió en cámara lenta, el chico se cayó de su silla, sus padres lo miraban y no entendían que estaba sucediendo, Jonathan sacó su revólver y fue hacia la puerta de atrás, donde lo estaba esperando, cuchillo en mano. Nomás cruzó el umbral mi cuchillo entró por su estómago. Y luego todo se aceleró, tomé a Jonathan por los pelos, lo tire al interior de la casa donde estaba su esposa con un tremendo cuchillo de cocina aguardando alguna víctima, alguien que le hiciera olvidar el dolor de ver morir a su hijo, levante a Jonathan del suelo, le apunte a la cabeza y ordené a Jenifer que tirara el cuchillo. Lo hizo. Después, metí la pistola en la boca de Jonathan y ordené a la mujer que se desnude. Entre insultos, lágrimas y nervios tambien lo hizo. Lo que sigue es lo más recuerdo, tal vez porque fue lo que desencadeno mi desgracia. Me abalance sobre ella, le arranque las prendas intimas restantes, que tal vez por pudor no se había sacado, saqué mi miembro erecto y la penetré una y otra vez, tuve tres orgasmos adentro de ella y le puedo asegurar Sr. Juez que fueron los mejores tres orgasmos de mi puta vida. Ella quedó destrozada, modestia aparte, sobre la mesa en la cual se había consumado el hecho, cerré mi cremallera y saqué la automática para rematar a Jonathan, pero él ya no estaba donde lo había dejado, un sendero de sangre lo reemplazaba, este me indicaba que había ido hacia unos de los baños. Seguí el sendero pero en cierto lugar desaparecía, mire para todos lados y nada, después lo ultimo que recuerdo fue un ruido como de disparo y algo frío entrando por mi cabeza. Con el transcurso de los años me entere que Jonathan se había escondido detrás de una de las puertas y que de ahí vino su certero disparo, y tambien me entere que luego de dispararme murió.

    VI

    Al terminar mi historia, la criatura parecía complacida y dijo:
    -Interesante… me has entretenido y eso es difícil de lograr, te daré otra oportunidad…

    Luego una luz blanca me envolvió, vi la cabeza de un señor vestido de médico a través de lo que parecía ser una cueva y sus manos que tomaban mi cabeza intentando sacarme. Después ese señor me agarró de los pies y dijo algo así como:
    -Es un varoncito ¿cómo lo va a llamar Señora Swamp?
    -Jonathan, en honor a su padre, Jonathan Swamp.

    Dicho esto mi madre me agarro y me abrazo, y sentí por primera vez su calor maternal, y ahí Sr. Juez fue cuando comenzó mi infierno.
    Se dará cuenta ahora el porque de la decisión de quitarme la vida, Sr. Juez, prefiero volver a ese averno de paredes de fuego y horribles mutilaciones, que seguir viviendo en este infierno personal en donde soy el fruto de la atroz violación que cometí sobre mi madre diez años atrás.

    Frank Dream o Jonathan Swamp
    Enero de 1998

    Publicación March 27, 2024
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