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    El aroma

    EL AROMA

    La cerveza estaba helada. Era la típica tarde calurosa de la ciudad de México. Eduardo , con quien compartía los tragos, encendía uno de sus cigarros cuando, de pronto, me miró y espetó con brusquedad.

    -¡Vámonos! - Acto seguido se puso de pie y se acercó a la caja para pagar, mientras yo le daba un apurado último trago a la cerveza.

    Estábamos ya en el auto, estacionado sobre la avenida a unos cien metros del café, cuando del interior del local, en el que apenas unos minutos antes disfrutábamos de la solaz, se oyeron un par de disparos y gritos histéricos. Eduardo, sin decir palabra, arrancó el vehículo y salió a toda la velocidad del lugar de los hechos.

    Ya lejos, no pude por mas que preguntarle: - ¿Cómo lo supiste?- Me miró y lentamente comenzó a hablar sin perder de vista al complicado tránsito de la ciudad. - ¿Cómo explicártelo?, ni yo se con certeza que es. A veces un especial aroma me inunda de una manera tan tenue pero inequívoca, que eriza todos los vellos de mi cuerpo. Siempre que corro un serio peligro se produce ese fenómeno. Algunos médicos a los que he consultado me lo han intentado explicar como una manifestación defensiva de mi organismo, parecida a la segregación de adrenalina en momentos de peligro.

    Hizo una larga pausa y ensimismado continuó hablando como si yo hubiese dejado de existir. - Pero no, eso no es. El aroma es un aviso de una situación próxima y evitable de máximo riesgo, no se produce junto a la situación misma, sino algunos minutos antes. Más de una vez he reducido la velocidad de mi vehículo, he cambiado de ruta o incluso no he acudido a citas de negocios, alertado por tan peculiar eflúvio. Las veces que no he hecho caso a la advertencia de la rara fragancia siempre me he visto en situaciones muy comprometidas. Además, el hecho tiene un origen en el tiempo que a nadie hasta ahora he contado.

    Esperé, conteniendo involuntariamente la respiración, a que continuase con tan extraña historia.

    -A finales de 1975 pertenecer a la Legión Extranjera Española tenía ciertamente peligros adicionales. El desierto del Sahara Occidental, tierra olvidada y última de las colonias españolas, era ahora bocado apetecible tanto para el Frente Polisario como para Marruecos y Mauritania. El Generalísimo Franco enfermo de muerte y un débil gobierno asustado ante la inevitable transición de poder, hicieron posible que lo que hasta ese momento había sido territorio propiedad de la Legión, era ahora un hervidero de moros en pie de guerra.

    Nuestra unidad fue dividida en pequeños grupos con el objeto de vigilar un mayor frente. En nuestra última salida fuimos atacados sorpresivamente por al menos cincuenta morenos mal armados con viejos máuser, pero cuyo número nos superaba ampliamente. Recuerdo apenas un intenso ardor en mi hombro derecho y una caída, donde todo se me presentaba como en cámara lenta. Las dunas de fina arena me envolvieron en lo que pensé con extrema lucidez que sería mi postrer mortaja.

    El ardiente sol apenas me permitió abrir en un leve resquicio mis pesados párpados y entonces le vi… el astro a sus espaldas, refulgiendo sus contornos. Con suma delicadeza me acercaba la cantimplora a mis resecos labios y me sonreía. Al aproximar su cuerpo, capté un aroma especial, una mezcla de olor a ropa limpia, a los helechos de mi niñez y a piñones tostados al fuego de una noche de verano. La fragancia me devolvió la paz y entonces volví a cerrar los ojos, esta vez con mi alma descargada de toda preocupación.

    Volví a despertar, un perfume bien distinto me obligó a arrugar la nariz, olía a alcanfor y alcohol. La figura que se inclinaba ante mi, balbuceando algunas palabras que no conseguía entender, apestaba a sudor. Al rato, con los ojos acostumbrados a la penumbra, pude ver que estaba en una amplia tienda de campaña ocupada por varios cuerpos en posición horizontal mientras otros, erguidos, evolucionaban a su alrededor.

    Al día siguiente fui interrogado por el Mando. Entonces me enteré que era el único de mi grupo que había sobrevivido y cuando me encontraron estaba sobre el camino principal a El Aiún, muy próximo nuestro base y muy lejos de la zona asignada de patrullaje, donde nos habían tendido la emboscada. Les dije lo que sabía … nada mas empezar el tiroteo caí al suelo y tiempo después fui socorrido por alguien de quien ni siquiera podía asegurar si era hombre o mujer -no se que me empujó a callarme lo del aroma- , quien que me sonreía mientras me daba agua. A la pregunta de quienes me habían curado la herida de bala del hombro no pude responder.

    En los días siguientes corrió el rumor por el campamento que me iban a montar Consejo de Guerra acusándome de desertar, pero el horno no estaba para bollos …la Marcha Verde había comenzado y en poco tiempo el gobierno español cedería a la presión externa y abandonaría el territorio de una manera vergonzante para nosotros.

    Al acabar mi servicio militar, no quise reengancharme y la vida me hizo cambiar mucho, hasta me mudé de continente, pero el aroma siempre me ha acompañado como el mas fiel de mis amigos.

    Eduardo, apartandose de su ensoñación, giró su cabeza y me miró con ojos anhelantes de credibilidad.

    Yo no dije nada, pero sí le creí.

    Publicación November 24, 2020
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